Jump to ratings and reviews
Rate this book

Los niños góticos

Rate this book
Esta es la historia de una niña de catorce años, de mirada obscena, que borda vestidos para niños muertos.
También es la historia de los Niños Góticos y del complot que acabará con sus vidas. Existe en esta novela una ciudad condenada al olvido, a la peste, a la vulgaridad y a la ignorancia.
Una ciudad que los Niños Góticos perturban con el brillo de lo que publican en libros, diarios y revistas; con el alboroto de su juventud llena de ruidos y escándalos, libros y fotos; con la moda que imponen en el decir y en la vanguardia. Uno de ellos, Abraham, tiene la piel oscura como la de un beduino, es bisexual y escribe y se adora como nadie; el otro, César, es mestizo, provinciano, putañero y se atreve a escribir una poesía que transformará al mundo; el tercero, José Carlos, es cojo, cuchillero, bastardo y arribista, y sus ideas incendiarán a un país; el cuarto, Josemari, es chaplinesco, hermoso y pederasta, y quizá por eso no creció. Hay otros, ya los conocerás. Ninguno sobrevivió.

La ciudad finge amarlos, pero en realidad los odia, hasta el punto de desear para ellos el silencio y la extinción.

379 pages, Paperback

First published October 1, 2010

Loading interface...
Loading interface...

About the author

Javier Arévalo

38 books7 followers

Ratings & Reviews

What do you think?
Rate this book

Friends & Following

Create a free account to discover what your friends think of this book!

Community Reviews

5 stars
4 (23%)
4 stars
4 (23%)
3 stars
5 (29%)
2 stars
2 (11%)
1 star
2 (11%)
Displaying 1 - 4 of 4 reviews
Profile Image for Samuel Ch..
183 reviews92 followers
April 20, 2011
Desde el título hasta la frase que cierra, este libro es un intento fallido de ser agresivo y pretenciosamente intelectual.
La narración peca de ser cansada y terriblemente descriptiva con interminables enumeraciones de eventos ínfimos que no hacen más que entorpecer el flujo de la lectura:

"Se sirvió un té, le echó mantequilla serrana a su pan francés. Humeaba la taza, olía a canela, a clavo, a hierba luisa, y el pan derretía la mantequilla olorosa y pálida. Nadie había en la casa, nunca tenía a nadie a su lado. Las tías venían a dejarle la comida a mediodía y él se la recalentaba en la noche. Comía poco, mojó el pan en la taza azul, en la efusión marrón que humeaba todavía, tomaba el té caliente hasta el límite de la resistencia de sus labios y su lengua".
(p. 257).

Estas descripciones tan minuciosas se irán repitiendo a lo largo y ancho de esta obra que quizá lo que busca sea establecer un escenario concreto y fijo, pero lo que hace es convertir a la lectura en un laberinto mundano e insaboro.

Los diálogos de los personajes se sienten artificiales y demasiado accidentados, y en lugar de elocuencia, lo que aportan al texto es en realidad pretensión, soberbia y fastidio con charlas burdamente elaboradas y cansinas.

"-Esto también es política, papá, ¿no te das cuenta? Todo esto es político. Metiéndonos a la cárcel sin delito formulado, sin acusación formal, le dicen a la gente: ustedes tienen un límite, el límite es mi voluntad. ¿Lo ves o no lo ves, padre? Lo ves, estoy seguro, pero quieres hacerte el ciego.
-Ese grupo, hijo... son unos diletantes, tú también te encegueces, Se consumen en el escándalo.
-Hay una posición estética, seguramente derivará en una posición ética y política. Siempre pasa lo mismo en este país, a lo mejor crean un partido. De hecho, eso hay, aunque en prototipo, y me interesa. Se viene una renovación, y yo quiero estar ahí.
-Imitan a los decadentes, hijo.
-Quizá nos toca ahora ser decadentes, padre, ya que la mentalidad que nos domina sigue siendo colonial".

(p.150-151).

Al desfile de detalles y diálogos exagerados se le suman personajes que son imposibles de identificar y se convierten en clones entre ellos mismos; se encuentran tan faltos de personalidad y de características propias que no es posible distinguir el uno de otro, y lo que hace el narrador de ponerles un sin fin de nombres y motes no ayuda para nada a remembrarlos. Los personajes terminan siendo apenas maniquíes ahogados en un mar de apodos y monólogos que complican al lector por la similitud que hay entre ellos, algunos cuentan hasta con cuatro nombres distintos. Luis Alberto, José Carlos, Josemari, María del Pilar, Martita, Conde, César, Belisario Gay, no se hacen diferenciar los unos de los otros, salvo quizá María del Pilar e Ignacio que son los únicos niños que aparecen en la obra. El padre de los niños, por ejemplo, Belisario Gay, es apodado por el narrador como 'El hombre de las pompas fúnebres', luego a una mujer se le ocurre cambiárselo por 'El ajedrecista' y uno debe colectar todos esos datos. Otros más son llamados indistintamente por su físico o por su profesión, y uno debe recordar cuál es el poeta, cuál el fotógrafo, el pedófilo, el cura, el jornalista, el bisexual, etcétera, y qué nombres tienen cada uno de ellos. Aquello termina por ser un grupo de fantasmas sin rostros ni nombres ni atributos y no hay quién se identifique con alguno de ellos; están hechos con el mismo molde y se expresan con los mismos discursos, incluyendo al propio narrador.

De vez en cuando la voz del autor también mete su cuchara cuando le da la gana, y se hace presente para señalar, otra vez, datos que no vienen al caso y que sólo vienen a espoilear la historia con descripciones que a nadie le importan, como queriéndose adelantar a los hechos narrativos para borrar cualquier posibilidad de intriga:

"María del Pilar viajaba sobre las piernas de su hermano. 'La Rubiecita', así había decidido llamarla desde ese momento (La llamaría con distintos nombres a lo largo de esta historia)".
(p. 35).

"José Carlos sonrió, relajó los músculos, era solo una puta anónima (En ese momento, lo fue, después tendría nombre)".
(p. 105).

Es decir, no sólo hay que aguantar al tedioso narrador guía, sino también las intervenciones del autor que se distingue por aparecer con otra tipografía dentro del texto.

En cuanto a la edición, existe un gran número de faltas ortográficas y errores de imprenta (las páginas 226 y 227 no están impresas) y la sinopsis al reverso diluye cualquier signo de sorpresa al ser demasiado explicativo con los sucesos que acontecerán dentro del texto.

Cuando lo di por perdido fue cuando de una página a otra al narrador se le ocurrió volverse, además de tedioso, repentinamente escatológico y termina finalmente por estorbar en el desarrollo de la historia:

"Se quitó la pijama y se metió al baño, cagó tranquila leyendo Azul. Luego de limpiarse, se metió a la tina llena y tibia, se jabonó despacio y comenzó a masturbarse. Le daban ganas por la mañana, siempre".
(p. 212).

"Martita lo esperaba en la puerta, hacía lo mismo cuando le pedían el baño; a veces oía los pedos de algún caballero, y se quedaba allí".
(p. 221).

Se siente como si a Arévalo le hubieran dicho que una buena novela debe estar plagada de detalles lentos y diálogos exageradamente intelectuales. Arévalo quiere decirlo todo, busca impresionar con ambientaciones y diálogos muy rebuscados, con descripciones lentas e inútiles y personajes huecos dirigidos por un narrador que parece estar en contra de la libre imaginación, como asumiendo que el lector es demasiado estúpido para visualizar a un hombre que bebe mientras escucha. Es algo muy infortunado, porque el concepto inicial de una niña que cosía vestidos para niños muertos era muy atractiva, pero la idea gancho desaparece y lo que sucede después no es ni atractivo ni verosimil. El libro termina siendo una cansada pérdida de tiempo.
Profile Image for Christian.
106 reviews5 followers
December 2, 2018
Empiezo por el final: ya no hay ni habrá otra generación que ilumine más el cielo gris de Lima. Han pasado más de cien años desde el episodio histórico que inspiró esta novela de Javier Arévalo y sigue sin aparecer una generación que mueva profundamente las bases culturales de nuestra sociedad. A eso nos enfrentamos: a una sociedad que va perdiendo el peso específico de sus integrantes y que cada vez lee menos o entiende menos lo que lee.

Javier Arévalo nos cuenta la historia de estos personajes reconocibles por casi todo, pero realmente leídos por pocos: Abraham Valdelomar, José María Eguren, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Luis Alberto Sánchez, Federico More, entre otros. Una generación entera que buscaba más la revolución la épica, el romanticismo trasmutado en este impulso tanático de morir buscando la gloria. Los Niños Góticos buscaron romper a la mitad la sociedad que los cobijó con desprecio.

Contada con una prosa fácil y sin mucha floritura, se puede pasar con agilidad sus páginas. En ellas obtendremos detalles de todos estos personajes que, aun sean inventados por su autor, nos llaman, nos tientan y nos hacen comprender mucho más la psicología de estos personajes, algunos de ellos de manera entrañable. Hay algunas partes, sin embargo, que podrían haberse suprimido y no se hubiera afectado grandemente a la historia.

Aunque hay que decir que esta novela mereció una mejor edición, más prolija, porque abundan las erratas, sobre todo hacia las últimas páginas. Y esto desmerece una historia original y escrita con conocimiento del oficio.
Profile Image for Thor.
41 reviews3 followers
January 26, 2018
Podría resumir la línea de esta novela como un brochazo de recomprensión histórica y la instauración de una cruda conceptualización del mundillo político-cultural limeño de inicios del Siglo XX. Si a esto le añadimos el desnudamiento de una tensión dramática debida a la presencia de un erotismo que ronda los límites de una pérfida sexualidad (para cánones socio-culturales actuales, huelga la aclaración), el resultado es esta sobresaliente novela.

En en el libro se reconstruyen —y, por momentos, redefinen— la imagen y acción de intelectuales y plumas consagradas de la historia peruana: un narciso Abraham Valdelomar, un pederasta José María Eguren o un arribista José Carlos Mariátegui componen, entre otros, el empuje de una casta letrada por cambiar —o, cuando menos, denunciar y defenderse de— un sistema político de dominio prolongado y estancado. Estos históricamente denominados niños góticos, junto a María del Pilar y su hermano, Ignacio —protagonistas que llevan el arte funerario con infantes muertos a inenarrables niveles de estética—, definen la ruta primigenia de la obra.

Escrita con un buen ritmo, y con descripciones que permiten al lector posicionarse en el contexto histórico, la novela es un homenaje a anti-héroes, pero, a la par, representa la desacralización de idealizadas imágenes canónicas, dando paso a crudos retratos humanos mediante temas de pederastía, libertinaje y adulterio, además de diferenciadas contemplaciones estéticas.

Altamente recomendable; pero no apta para todo estómago, ojo.
Displaying 1 - 4 of 4 reviews

Can't find what you're looking for?

Get help and learn more about the design.