Actas del Concilio de Calcedonia - Curso - Pontificia Universidad ...

Textos para el estudio del cristianismo primitivo 

P. Samuel Fernández Eyzaguirre (ed.) 

ACTAS DE CONCILIO DE CALCEDONIA 

Facultad de Teología 

Tercera Sesión 

1. En el consulado de nuestro señor Marciano, perpetuo Augusto, y del que será 

designado, seis días antes del Ides de Octubre [10 de octubre de 451], en Calcedonia, 

por orden de nuestro divino y piadoso señor, Marciano, perpetuo Augusto, allí 

reunidos en la santa iglesia de la santa mártir Eufemia los gloriosos oficiales, es decir: 

(1) el ilustrísimo Anatolio, magister militum, primer prefecto, primer cónsul, y 

patricio, (2) el ilustrísimo Paladio, prefecto de los sagrados pretorianos, (3) el 

ilustrísimo Taciano, prefecto de la ciudad, (4) el ilustrísimo Vincomalo, maestro de los 

divinos oficios, (5) el ilustrísimo Marcial, magister, (6) el ilustrísimo Esporacio... 

[Sigue la lista de 305 padres]. 

2. Cuando todos hubieron tomado sus sitios frente a las balaustradas del santuario 

sagrado, los ilustrísimos oficiales y el eminente senado dijo: «En la sesión previa fue 

hecha una investigación acerca de la deposición de Flaviano, de devota memoria, y 

del reverendísimo obispo Eusebio. Fue evidente a todos que la investigación fue hecha 

en total justicia y de acuerdo al debido proceso, y se demostró que ellos habían sido 

depuestos de manera impropia y cruel. Los pasos que pensamos que es necesario 

tomar en este asunto fueron entonces puestos en conocimiento por la resolución. La 

cuestión que debe ahora ser investigada, juzgada y estudiada es cómo confirmar la fe 

verdadera: Es particularmente por causa de la fe que el Concilio se ha reunido. 

Ustedes saben que cada uno de ustedes dará cuenta a Dios por su propia alma y las 

de todos nosotros, quienes deseamos se nos enseñen las verdades de la religión 

correctamente y ver toda disputa resuelta por medio de la concordia y el acuerdo, la 

exposición y enseñanza armoniosa de todos los santos padres. Por lo tanto, 

aplíquense sin temor, imparcialidad o enemistad a producir una exposición pura de la 

fe, a fin de que aun aquellos que parecen no compartir las visiones de todos puedan 

ser restablecidos en la armonía por el reconocimiento de la verdad. Queremos que 

sepan que el más divino y pío maestro del mundo y nosotros mismos preservamos la 

fe transmitida por los 318, por los 150, y por otros santos y gloriosos padres, y 

creemos en concordancia con esto». (He leído, hemos leído, ha leído). 

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El cristianismo primitivo / Facultad de Teología 

Pontificia Universidad Católica de Chile

3. Los reverendísimos obispos exclamaron: «Nadie hace una nueva exposición, ni 

intentamos ni presumimos hacer eso. Pues fueron los padres quienes enseñaron. Lo 

que ellos expusieron está escrito, y nosotros no podemos ir más allá de eso». 

4. Cecropio el reverendísimo obispo de Sebastópolis dijo: «Allí surgió el caso de 

Eutiques. Fue dado un decreto sobre la materia por el más santo arzobispo de Roma; 

nosotros asentimos a esto y hemos firmado su carta». 

5. Los reverendísimos obispos exclamaron: «Esto es lo que todos nosotros decimos. 

Lo que ya ha sido expuesto es suficiente. No es permisible producir otra exposición». 

6. Los gloriosos oficiales y el magnífico senado dijeron: «Si les parece bien a sus 

reverencias, dejemos que los sagrados patriarcas de cada diócesis elijan, cada uno, 

uno o dos obispos de sus propias diócesis, se junten, deliberen en conjunto acercad 

de la fe, y después den a conocer sus decisiones a todos, a fin de que, si todos están 

de acuerdo, toda disputa pueda ser resuelta (que es lo que queremos), y si alguien 

manifiesta tener una opinión contraria (cosa que no esperamos) esto permita que su 

opinión sea conocida». 

7. Los reverendísimos obispos exclamaron: «No haremos una exposición escrita. Hay 

un canon que declara que lo que ya se ha expuesto es suficiente. El canon prohibe 

formular otras exposiciones. Que la voluntad de los padres prevalezca». 

8. Florencio, el reverendísimo obispo de Sardes dijo: «Como es imposible improvisar 

sobre la fe, para aquellos que han sido educados a seguir el santo concilio de Nicea y 

el de Éfeso, que fue convenido correcta y píamente, en consonancia con la fe de los 

santos padres Cirilo y Celestino, y la carta del más santo padre León, rogamos a sus 

reverencias nos concedan una prórroga a fin de que podamos alcanzar la verdad del 

asunto utilizando un plan apropiado (aun cuando en lo que a nosotros respecta, los 

que hemos firmado la carta del más santo León, pensamos que no se necesita 

corrección alguna)». 

9. Cecropio, el reverendísimo obispo de Sebastópolis, dijo: «La fe fue bien definida 

por los 318 santos padres y confirmada por los santos padres Atanasio, Cirilo, 

Celestino, Hilario, Basilio, Gregorio, y ahora de nuevo por el más santo León. Exigimos 

que el credo de los 318 padres y la carta del bienaventurado León sean leídas». 

10. Los gloriosos oficiales y el magnífico senado dijeron: «Que la exposición de los 

318 padres que se reunieron en Nicea, sea leída». 

Eunomio el reverendísimo obispo de Nicomedia leyó de un documento: 

11. «En el consulado del ilustrísimo Paulino y Juliano, en el año 636 después de 

Alejandro, el 19 del mes de Dasio y el día 13 de las kalendas de julio, en Nicea, la 

metrópolis de Bitinia. 

[Símbolo niceno]». 

12. Los reverendísimos obispos exclamaron: «Ésta es la fe de los ortodoxos. En ésta 

creemos todos. En ésta fuimos bautizados, en ésta bautizamos. El bendito Cirilo 

enseñó así. Ésta es la verdadera fe. Ésta es la santa fe. Ésta es la eterna fe. Dentro de 

ella fuimos bautizados, dentro de ella bautizamos. Así creemos todos. Así cree el Papa 

León. Así cree Cirilo, así interpretó el Papa León». 

13. Los gloriosos oficiales y el magnífico senado dijeron: «Lean en voz alta las 

exposición de los 150 padres». 

Aecio el reverendísimo archidiácono de Constantinopla leyó desde un documento: 

La santa fe definida por los 150 padres, en armonía con el santo y gran sínodo de 

Nicea: 

[Símbolo de Constantinopla] 

15. Todos los obispos exclamaron: «Ésta es la fe de todos. Ésta es la fe de los 

ortodoxos. Así creemos todos». 

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16. Aecio, el reverendísimo archidiácono, dijo: «También está la carta escrita por el 

bienaventurado Cirilo, ahora contado entre los santos, el entonces obispo de la gran 

ciudad de Alejandría, a Nestorio, que fue aprobada por todos los santos obispos 

reunidos previamente en Éfeso, para condenar al mismo Nestorio, y fue confirmada 

por la firma de todos ellos. También está la carta del mismo Cirilo, ahora contado 

entre los santos, escrita a Juan de santa memoria, el entonces obispo de la gran 

ciudad de Antioquia, que también fue confirmada. Si les parece, las leeré». 

17. El ilustre oficial y el magnífico senado dijeron: «Que las cartas de Cirilo, de santa 

memoria, sean leídas». 

Aecio, archidiácono de Constantinopla leyó: 

18. «Cirilo a su Colega, el Reverendísimo y Religiosísimo Nestorio, salud en el Señor. 

Algunos, como bien sé, calumnian mi aceptación a Tu Piedad; lo hacen 

frecuentemente, sobre todo aprovechando la ocasión de las asambleas de las 

personas constituidas en autoridad. Quizá, creyendo agradar los oídos, lanzan 

calumnias sin fundamento. No se les ha hecho daño personal, sino que se les ha 

condenado con justicia: a uno porque hizo daño a ciegos y a pobres», y el resto de la 

carta que ha sido anteriormente escrita, y que fue leída en el sínodo de 

Constantinopla, contra Eutiques. 

De la misma manera, el mismo archidiácono Aecio leyó: 

19. «Cirilo al obispo Juan, hermano querido y colega, saluda en el Señor. 'Regocíjense 

los cielos y exulte la tierra' (Sal 95,11): la barrera de separación está destruida, ha 

cesado nuestra tristeza, toda clase de disentimiento ha sido apartada; Cristo Salvador 

de todos ha otorgado la paz a su Iglesia», y el resto de la carta que ha sido 

anteriormente leída en el mismo sínodo referido a Eutiques. 

20. Después de la lectura los reverendísimos obispos exclamaron: «Así creemos 

todos. Así cree el Papa León. ¡Anatema sea aquel que divide y aquel que confunde!. 

Esta es la fe del Arzobispo León. Así cree León. Así creen León y Anatolio. Así creemos 

todos. Así como cree Cirilo, así creemos nosotros. Eterna es la memoria de Cirilo. Tal 

como está contenido en las cartas de Cirilo, así sostenemos nosotros. Así hemos 

creído y así creemos. Así piensa, cree y escribió el Arzobispo León». 

21. Los gloriosos oficiales y el magnífico senado dijeron: «Que la carta del más 

religioso León, arzobispo de la Roma imperial y señorial, sea leída». 

Veroniciano, el sagrado secretario del divino consistorio, leyó desde un documento 

que le entregó Aecio, archidiácono de la santa iglesia de Constantinopla: 

22. «León, al querido hermano Flaviano: Habiendo leído, etc.». 

[Carta de León a Flaviano] 

23. Después de la lectura de lo anteriormente expuesto, los reverendísimos obispos 

exclamaron: «Ésta es la fe de los padres. Ésta es la fe de los apóstoles. Todos 

creemos así. Nosotros, los ortodoxos, creemos así. Anatema sea el que no crea esto 

de este modo. Pedro nos ha dicho esto a través de León. Los apóstoles enseñaron 

unánimemente. León enseñó, piadosa y verdaderamente. Cirilo enseñó lo mismo. 

Eterna es la memoria de Cirilo. León y Cirilo enseñaron lo mismo. León y Cirilo 

enseñaron unánimemente. Anatema a aquel que no crea lo mismo. Ésta es la 

verdadera fe. Nosotros, los ortodoxos, creeemos unánimemente. Esta es la fe de los 

padres. ¿Por qué no se leyó esto en Efeso? Dióscoro lo ocultó». 

24. Cuando se estaba leyendo una de las partes de lo arriba escrito que dice: «Para 

pagar la deuda de nuestra condición, la naturaleza invulnerable se unió a una 

naturaleza capaz de sufrir. Así un único y mismo mediador entre Dios y los hombres, 

el hombre Cristo Jesús, podría, por ser hombre, morir y, por ser Dios, no morir; 

nuestros remedios requerían eso», los reverendísimo obispos del Ilírico y Palestina 

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levantaron una objeción. Aecio, el reverendísimo archidiácono de la Constantinopla 

oriental, leyó en voz alta el capítulo de Cirilo -de santa memoria- el último obispo de 

la ciudad de Alejandría, que contenía las palabras: «Pero como además, por la gracia 

de Dios, tiene su propio cuerpo, como afirma el apóstol (Heb 2,9), se dice que sufrió 

la muerte para bien de todos nosotros. No que Él experimenta la muerte en lo que 

atañe a su propia naturaleza (sería locura decirlo o pensarlo), sino porque, como he 

dicho hace poco, su carne ha gustado la muerte». 

25. Asimismo, cuando se leía esa parte que dice: «Pues cada naturaleza obra en 

comunión con la otra lo que le es propio; es decir, cuando obra el Logos, obra lo que 

es propio del Logos y cuando obra la carne, obra lo que es propio de la carne. Una de 

ellas resplandece en los milagros y la otra sucumbe bajo las injurias», los 

reverendísimos obispos del Ilírico y Palestina levantaron una objeción. Aecio, 

archidiácono de la santa iglesia de Constantinopla, leyó el capítulo del Cirilo, de 

sagrada memoria, que contiene las palabras: «Algunas de las palabras [de Jesús] son 

particularmente apropiadas a la divinidad, otras son particularmente apropiadas a la 

humanidad, mientras otras ocupan un lugar intermedio, revelando que el Hijo de Dios 

es, simultáneamente y al mismo tiempo, Dios y hombre». 

26. Asimismo cuando se estaba leyendo de la misma carta esas partes que contienen 

las palabras: «Aunque en el Señor Jesucristo, la persona divina y humana es una sola, 

sin embargo existe otro principio, de donde la ignominia es común y también la gloria. 

En efecto, por su origen de lo nuestro, su humanidad es inferior al Padre; por su 

origen del Padre, su Divinidad es igual al Padre», los reverendísimos obispos del Ilírico 

y Palestina levantaron una objeción. Teodoreto el reverendísimo obispo de Ciro dijo: 

«Hay algo muy similar en los escritos del bendito Cirilo que contiene las palabras: 'El 

se volvió hombre sin abandonar lo propio (permaneciendo lo que era). Pero, lo que 

habita es, de todos modos, comprendido como algo que habita en otro, esto es, la 

divina naturaleza en lo que es humano'». 

27. Los ilustrísimos oficiales y el más prestigioso senado, dijeron: «Después de todo 

esto, ¿tiene alguien alguna otra objeción?». 

28. Los reverendísimos obispos exclamaron: «Nadie tiene ninguna objeción». 

29. Ático el reverendísimo obispo de Nicópolis dijo: «Como su reverencia se ha 

mostrado paciente para escuchar, ordene que se nos conceda unos pocos días para 

que, con calmada reflexión y sereno pensamiento, sea formulado lo que es grato a 

Dios y a los santos padres. Y puesto que ahora ha sido leída la carta de nuestro 

maestro y santo padre, el arzobispo León, que administra la cátedra apostólica, es 

necesario que también nos sea dada la carta del bienaventurado Cirilo, escrita a 

Nestorio, en la que le urgía a aceptar los 12 capítulos, a fin de que cuando llegue la 

hora del examen estemos bien preparados». 

30. Los obispos exclamaron: «Si ordenas que esto sea concedido, nosotros 

solicitamos que los padre participen en el examen». 

31. Los oficiales y el senado dijeron: «La audiencia será dentro de 5 días para que, 

mientras tanto, sus reverencias puedan reunirse en la residencia del Arzobispo 

Anatolio para deliberar juntos acerca de la fe, a fin de que los que objetan puedan ser 

instruidos». 

32. Todos los reverendísimos obispos exclamaron: «Así creemos nosotros. Así 

creemos todos. Lo que León cree, eso creemos nosotros. Ninguno de nosotros tiene 

alguna objeción. Nosotros ya hemos firmado». 

33. Los oficiales y el senado dijeron: «Ya no es necesario que todos se reúnan, pero 

como es conveniente a todos los detractores sean convencidos, dejen que el 

ilustrísimo Arzobispo Anatolio, elija de entre los obispos que firmaron al más 

competente para instruir a los detractores». 

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34. Los obispos exclamaron: «Hacemos una petición acerca de los padres. ¡Repongan 

a los padres en el concilio! ¡Los que están de acuerdo con León, [que vuelvan] al 

Concilio! ¡Los padres al Concilio! Lleven nuestra petición al emperador. Reporten estas 

peticiones al ortodoxo. Reporten estas peticiones al Augusto. Todos hemos errado, 

perdónen a todos». 

35. Los clérigos de Constantinopla exclamaron: «Pocos gritan, no habla el concilio». 

36. Los obispos orientales y los reverendísimos que estaban con ellos exclamaron: 

«¡El egipcio al exilio!». 

37. Los obispos del Ilírico y los reverendísimos que estaban con ellos exclamaron: 

«Les rogamos, tengan misericordia de nosotros». 

38. Los obispos orientales y los que estaban con ellos exclamaron: «¡El egipcio al 

exilio!». 

39. Los obispos del Ilírico y los reverendísimos que estaban con ellos exclamaron: 

«Todos hemos pecado, tengan misericordia de nosotros. Reporten estas 

exclamaciones al emperador ortodoxo. Las Iglesias están divididas». 

40. Los clérigos de Constantinopla exclamaron: «¡Dióscoro al exilio! *** Dios ha 

despuesto a Dióscoro». 

41. Los obipos del Ilírico y los reverendísimos que estabana con ellos gritaron: «Todos 

hemos pecado, perdónen a todos. ¡Dióscoro [de vuelta] al concilio! ¡Dióscoro [de 

vuelta] a las iglesias! Que no ocurra ninguna desgracia en nuestro tiempo. Que no 

ocurra ninguna desgracia en nuestro reino. ¡Que no haya ninguna división en nuestro 

reino!». 

42. Los clérigos de Constantinopla exclamaron: «El que está en comunión con 

Dióscoro es un judío». 

43. Los orientales y los reverendísimos obispos que estaban con ellos exclamaron: 

«¡El egipcio al exilio, el hereje al exilio!». 

44. Los del Ilírico y los reverendísimos obispos que estaban con ellos exclamaron: 

«¡Los padres [de vuelta] al concilio!». 

45. Los oficiales y el senado dijo: «Las propuestas serán puestas en marcha». 

Quinta Sesión 

1. En el consulado de nuestro señor Marciano, perpetuo Augusto, y el consul que será 

designado, diez días antes de las calendas de noviembre [22 de octubre], en 

Calcedonia, por orden de nuestro más divino y piadoso señor Marciano, perpetuo 

Augusto, se reunieron en la más santa iglesia de la santa martir Eufemia, el 

ilustrísimo Anatolio, magister militum, ex consul y patricio, el ilustrísimo Paladio, 

prefecto de los pretorianos, y el ilustrísimo Vincomalo, maestro de los oficios divinos. 

También se reunieron: los reverendísimos obispos Pascasiano y Lucencio, y el 

presbítero Bonifacio, representando al más santo León, arzobispo de la Venerable 

Roma, Anatolio [sigue la lista de los nombres y títulos de 58 obispos presentes]. 

Eusebio, el reverendísimo obispo de Dorileo, y el resto del santo y ecuménico concilio 

convocado en la ciudad de Calcedonia por el decreto de su ilustre y piadoso señor, 

Marciano. 

2. Cuando todos habían tomado asiento al frente de las balaustradas del santo 

santuario, los grandes y gloriosos oficiales dijeron: «Por favor, denos a conocer lo 

formulado acerca de la fe». 

3. Asclepíades, diácono de la gran iglesia de Constantinopla, leyó en voz alta la 

definición, la cual se decidió no incluir en esta acta. 

4. Después de la lectura, mientras algunos pusieron objeciones, Juan el reverendísimo 

obispo de Germánica [caminando al centro] dijo: «La definición no está bien y debe 

ser hecha con mayor precisión». 

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5. Anatolio, el reverendísimo Arzobispo de Constantinopla, dijo al santo concilio: «¿A 

ustedes, les satisface la definición?». 

6. Todos los reverendísimos obispos, aparte de los romanos y algunos de los 

orientales, exclamaron: «La definición nos satisface a todos. Esta es la fe de los 

padres. Cualquiera que no piensa así es un hereje. Si alguien piensa diversamente, 

sea anatema. Echen fuera a los nestorianos. Esta definición satisface a todos. Que los 

que no anatematizan a Nestorio, dejen el concilio». 

7. Anatolio, el obispo más querido por Dios de Constantinopla, dijo: «¿Deja 

satisfechos a todos la definición de fe ayer?». 

8. Los reverendísimos obispos dijeron: «La definición deja satisfechos a todos. No 

creemos de otro modo. Sea anatema cualquiera que sostenga una creencia diferente. 

Ésta es la fe de los padres. La definición ha satisfecho a Dios. Que la fe no sufra 

engaños. 'Santa María Theotokos' sea escrito, y agreguen esto al símbolo». 

9. Lo que sigue ha sido traducido del latín al griego. Pascasiano y Lucencio, los 

reverendísimos obispos, y Bonifacio, el devotísimo presbitero, representates de la 

sede apostolica de Roma dijeron: «Si no están de acuerdo con la carta del apostólico 

y bienaventurado Arzobispo León, manden cartas para que podamos volver a casa, y 

el Concilio será concluido allá». 

10. Los ilustres oficiales dijeron: «Si les parece bien, que sean tomados seis de los 

reverendísimos obispos orientales, tres de las diócesis de Asia, tres del Ponto, tres del 

Ilírico, y tres de Tracia, y que, acompañados por el más santo arzobispo Anatolio y los 

reverendísimos legados de Roma, nos retiremos juntos al oratorio de santo 

martyrium. Y cuando hayan examinado todo en orden, sus recomendaciones respecto 

de la santa fe sean comunicadas a ustedes». 

11. Los reverendísimos obispos exclamaron: «La definición ha dejado satisfechos a 

todos. Informen acerca de nuestras declaraciones al Emperador. Ésta es la definición 

de los ortodoxos». 

12. Cuando Juan, el reverendísimo obispo de Germánica, se acercó de nuevo a los 

gloriosos oficiales, los reverendísimos obispos exclamaron: «Echen fuera a los 

nestorianos. Echen fuera a los que luchan contra Dios. Con dificultad se ha revelado 

quienes son. El mundo es ortodoxo. Ayer, la definición dejó a todos satisfechos. El 

emperador es ortodoxo. El Augusto es ortodoxo. El Augusto expulsó a Nestorio. Los 

oficiales son ortodoxos. ¡Muchos años al Augusto! ¡Muchos años al Emperador! Ayer, 

la definición dejó a todos satisfechos. ¡Muchos años a los oficiales! Exigimos que la 

definición sea firmada sobre los evangelios. Ella dejó satisfechos a todos. Ordenen que 

la definición sea firmada. Que no haya engaño acerca de la fe. Cualquiera que no 

firmara la definición es un hereje. Santa Maria es Theotókos. Cualquiera que no 

piensa de este modo es un hereje. Ustedes oficiales ortodoxos, protejan la fe. 

¡Oficiales ortodoxos de emperadores ortodoxos! Nadie reniega de la definición. El 

Espíritu Santo dictó la definición. La definición es ortodoxa. Dejen que la definición sea 

firmada ahora. Cualquiera que no firme es un hereje. Echen fuera a los herejes. La 

Virgen María es Theotókos. Echen fuera a los herejes. Que se agregue 'Maria 

Theotókos' a la definición. Echen fuera los nestorianos. Cristo es Dios». 

13. Los ilustrísimos oficiales dijeron: «Dióscoro dijo que por esta razón fue depuesto 

Flaviano, porque había dicho que son dos naturalezas, pero la definición dice 'a partir 

de dos naturalezas'». 

14. Anatolio, el reverendísimo arzobispo de Constantinopla, dijo: «Dióscoro no fue 

depuesto por la fe, sino porque excomulgó al Señor Arzobispo León y fue citado por 

tercera vez y no vino, por esto fue depuesto». 

15. Los ilustres oficiales dijeron: «¿Aceptan la carta del Arzobispo León?». 

16. Los piadosos obispos exclamaron: «Sí, la hemos aceptado y la hemos firmado». 

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17. Los ilustres oficiales dijeron: «Entonces, el contenido tiene que ser insertado en la 

definición». 

18. Los piadosos obispos exclamaron: «No se debe producir otra definición. No falta 

nada a la definición». 

19. Eusebio el reverendo obispo de Dorileo, dijo: «No se debe redactar otra 

definición». 

20. Los reverendísimos obispos exclamaron: «La definición ha confirmado la carta. El 

arzobispo León cree como nosotros. Que se firme la definición. La definición contiene 

todo. La definición contiene la fe. León habló las palabras de Cirilo, Celestino confirmó 

las palabras de Cirilo, Sixto confirmó las palabras de Cirilo. ¡Un bautismo, un Señor, 

una fe! Excluyan todo engaño de la definición». 

21. Los gloriosos oficiales dijeron: «Sus aclamaciones serán transmitidas a nuestro 

más divino y piadoso maestro». 

Veroniciano, el sagrado secretario del divino consistorio, fue al divino palacio, de 

acuerdo a la orden dada por los gloriosos oficiales. Después de un breve espacio de 

tiempo volvió y se dirigió al concilio así: 

Notificación 

22. «Nuestro glorioso y piadoso soberano ha ordenado que, o bien según las 

decisiones de los grandes e ilustres comisarios imperiales, seis reverendos obispos 

tomados de la diócesis de oriente, tres de la diócesis del Ponto, tres de la diócesis de 

Asia, tres de la de Tracia y tres del Ilírico, se reunan, en presencia del reverendísimo 

Arzobispo Anatolio y de los reverendísimos legados de Roma, en el oratorio del santo 

martyrium y que definan correctamente las cuestiones de fe y sin prejuicio, para que 

todos estén de acuerdo y que nada sea dejado en duda; o bien que, si esto no le 

parece bien, que cada uno dé a conocer su fe, por medio de su metropolita, en modo 

que igualmente no quede ninguna duda o desacuerdo. Si vuestra santidad no quiere 

esto, sepa que el Concilio puede tener lugar en Occidente, puesto que vuestra piedad 

no quiere dar aquí una definición de la fe verdadera y ortodoxa, en modo que no 

quede lugar a dudas». 

23.Los reverendísimos obispos exclamaron: «¡Muchos años al Emperador! ¡Que la 

definición sea cofirmada o nos vamos! ¡Muchos años a los emperadores!». 

24. Cecropio, el reverendísimo obispo de Sebastópolis, dijo: «Nosotros proponemos 

que se lea la definición en voz alta y que aquellos que disienten y no la firmen, 

salgan. Porque estamos de acuerdo con lo que ya había sido bien definido y no 

levantamos ninguna objeción». 

25. Los reverendísimos obispos del Ilírico dijeron: «Que los que se opongan, se 

identifiquen. Los disidentes son nestorianos. Que los disidentes se vayan a Roma». 

26. Los grandes y gloriosos oficiales dijeron: «Dióscoro dijo: "Lo de 'a partir de' dos 

naturalezas, lo acepto, pero lo de 'dos', no lo acepto". Pero el más santo Arzobispo 

León dice que hay dos naturalezas en Cristo, unidas sin confusión, cambio o 

separación en el único Hijo Unigénito, Nuestro Salvador. Así pues, ¿a quién van a 

seguir, al más santo León, o a Dióscoro?».27. Los obispos reverendísimos 

exclamaron: «Nosotros creemos como León. Los que se oponen son eutiquianos. La 

enseñanza de León es ortodoxa». 

28. Los grandes y gloriosos oficiales dijeron: «Entonces agreguen a la definición, de 

acuerdo con el decreto de nuestro santo Padre León, que, en Cristo, hay dos 

naturalazas unidas sin cambio, sin división y sin confusión». 

29. A petición de todos, los gloriosos oficiales entraron en el oratorio de la muy santa 

Eufemia, junto con Anatolio, el reverendísimo Arzobispo de Constantinopla, los 

reverendísimos obispos Pascasiano y Lucencio, el presbitero Bonifacio, y Julián, el 

reverendísimo obispo de la ciudad de Cos, los legados de la Sede Apostólica de la gran 

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ciudad de Roma, y también Máximo, el reverendísimo obispo de Antioquía de Siria, 

Juvenal, el reverendísimo obispo de Jerusalem, Talasio, el reverendísimo obispo de 

Cesarea de Capadocia, Eusebio, el reverendísimo obispo de Ancira de Galacia, 

Quintilio, Ático y Sozón, los ilustrísimos obispos del Ilírico, Diógenes, el reverendísimo 

obispo de Cízico, Leoncio el reverendísimo obispo de Magnesia, Florencio el 

reverendísimo obispo de Sardes, Eusebio el reverendísimo obispo de Dorileo, Terodoro 

el reverendísimo obispo de Tarso, Ciro, el reverendísimo obispo de Anazarbo, 

Constantino, el reverendísimo obispo de Bostra, Teodoro el reverendísimo obispo de 

Claudiópolis en Isauria y Franción, Sebastián y Basilio, los reverendísimos obispos de 

Tracia. 

Después que discutieron acerca de la santa fe y que salieron, una vez que tomaron 

sus puestos, los grandes y gloriosos oficiales, dijeron: «Que el santo Concilio, en 

defensa de la fe, escuche en silencio lo que ha sido establecido en nuestra presencia 

por los santos padres quienes se han reunido y expuesto la definición de fe». 

Aecio, el archidiácono de la más santa iglesia de Constantinopla, leyó: 

30. «El santo y gran Concilio ecuménico, reunido por la gracia de Dios y la orden de 

nuestros piadosos emperadores, amigos de Cristo, Valentiniano y Marciano, Augustos, 

en Calcedonia, metrópolis de la provincia de Bitinia, en el martyrium de la santa y 

victoriosa martir Eufemia, ha definido lo que sigue: 

31. Cristo, nuestro Señor y Salvador, confirmando el conocimiento de fe en sus 

discípulos, dijo: 'Mi paz les doy, mi paz les dejo' (Jn 14,27), para que nadie difiera de 

su prójimo acerca de los dogmas de la piedad, sino que se manifieste la predicación 

de la verdad. Pero, puesto que el Maligno no cesa de hacer crecer su cizaña entre las 

semillas de la piedad, y está siempre listo para encontrar alguna novedad contraria a 

la verdad, por esta razón, el Señor, en su habitual providencia por el género humano, 

ha estimulado el celo de este Emperador piadoso y creyente, que, de todas partes, 

convocó hacia sí a los jefes en el sacerdocio, de modo que, bajo la acción de la gracia 

de Cristo, nuestro Maestro, por una parte descarten toda la peste de la mentira de 

estas ovejas de Cristo, y, por otra, fortalezcan estas ovejas en los brotes de la 

verdad. 

Esto es lo que hemos hecho rechazando unánimemente las enseñanzas del error, y 

renovando la infalible fe de los padres, proclamando a todos el símbolo de los 318 

[padres] e inscribiendo como propios los padres que aceptaron aquel símbolo de la 

piedad, a saber, los 150 que, habiéndose reunido en la gran Constantinopla, 

sancionaron la misma fe. Guardando nosotros también, de esta manera, el orden y 

todas las decisiones de fe del santo concilio reunido en Éfeso, donde los jefes fueron 

estos padres: Celestino de Roma y Cirilo de Alejandría, de santa memoria, definimos 

la preeminencia de la exposición de la fe, correcta e irreprochable, de los 318 santos y 

bienaventurados padres, reunidos en Nicea bajo el Emperador Constantino, de 

piadosa memoria, y también la validez de las ordenanzas establecidas por los 150 

santos Padres de Constantinopla para suprimir las herejías, que habían surgido 

entonces, y para confirmar la misma fe católica y apostólica que nosotros 

observamos. 

El símbolo de los 318 padres en Nicea: 

32. [Símbolo y anatematismos de Nicea] 

Lo mismo a propósito de los 150 santos padres reunidos en Constantinopla: 

33. [Símbolo de Constantinopla] 

34. Este sapiente y saludable símbolo de la divina gracia ya sería suficiente al pleno 

conocimiento y confirmación de la fe. Ofrece, en efecto, una perfecta enseñanza sobre 

el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y presenta, a quien lo acoge con fe, la 

hominización del Señor. Pero los que intentan rechazar el anuncio de la verdad con 

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sus herejías han inventado nuevas expresiones: Mientras algunos intentan alterar el 

misterio de la economía del Señor, en favor nuestro, y rechazan la expresión 

Theotókos para la Virgen; otros introducen confusión y mezcolanza imaginando 

insípidamente que sea única la naturaleza de la carne y de la divinidad y sosteniendo 

absurdamente que, a causa de esta confusión, la naturaleza divina del Unigénito 

puede sufrir. Ante todo esto, queriendo impedir que éstos se vuelvan contra la 

verdad, el actual santo y gran Concilio ecuménico que enseña la inmutable doctrina 

predicada desde el principio, establece ante todo que la fe de los 318 santos Padres 

debe ser intangible. 

Y confirma la doctrina sobre la sustancia del Espíritu Santo, transmitida en tiempos 

posteriores, por los 150 padres reunidos en la ciudad imperial, a causa de aquellos 

que combatían al Espíritu Santo; los padres conciliares declaran a todos que no 

quieren añadir nada a las enseñanzas de sus predecesores, como si se echara algo de 

menos, sino que quieren sólo exponer claramente, según los testimonios de la 

Escritura, su pensamiento sobre el Espíritu Santo, contra los que intentaban negar su 

señorío. Frente a los que intentan alterar el misterio de la economía de la salvación y 

tienen la sinvergüenza de sostener que el que nació de la santa virgen María es sólo 

un hombre, [este Concilio] hace suyas las cartas sinodales del beato Cirilo, que fue 

pastor de la Iglesia de Alejandría, a Nestorio y a los orientales, como adecuadas tanto 

para refutar la necedad nestoriana, como para explicar el verdadero sentido del 

símbolo salvífico a los que desean conocerlo con piadoso celo. A éstas ha añadido con 

razón la carta del beatísimo y santísimo Arzobispo de la grandísima y antiquísima 

ciudad de Roma, León, escrita al Arzobispo Flaviano, de santa memoria, para refutar 

la mala concepción de Eutiques. Ésta, en efecto, está en armonía con la confesión de 

fe del gran Pedro y es para nosotros una columna fundamental contra los heterodoxos 

y a favor de los dogmas de la ortodoxia. 

[Este Concilio] se opone a los que intentan separar en una dualidad de hijos el 

misterio de la divina economía de salvación; excluye del orden clerical a los que se 

atreven a afirmar sujeta a sufrimiento la divinidad del Unigénito; resiste a los que 

piensan en una mescolanza o confusión de las dos naturalezas de Cristo; expulsa a los 

que tienen la necedad de considerar celestial, o de cualquier otra sustancia, aquella 

forma humana de siervo que asumió de nosotros; y excomulga, finalmente, los que 

cuentan fábulas de dos naturalezas del Señor antes de la unión, y de una sola 

después de la unión. 

Siguiendo, pues, a los santos padres [de Nicea], todos enseñamos unánimemente que 

se debe confesar un solo y el mismo Hijo Nuestro Señor Jesús Cristo el mismo 

perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, verdaderamente Dios y 

verdaderamente hombre, el mismo de alma racional y cuerpo, consubstancial al 

Padre, según la divinidad, y el mismo consubstancial a nosotros, según la humanidad; 

semejante a nosotros en todo, menos en el pecado, 

por una parte, antes de los siglos, nacido del Padre, según la divinidad, y, por otra 

parte, el mismo en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, [nacido] de 

María la Virgen la Theotókos, según la humanidad, uno solo y el mismo Cristo, Hijo, 

Señor, Unigénito, conocido en dos naturalezas sin confusión, sin cambio, sin división, 

sin separación, sin que la distinción de naturalezas cese por la unión, sino quedando 

intactas las propiedades de cada una de las naturalezas al concurrir ambas en una 

sola persona y una sola hypóstasis, no dividido o separado en dos personas, sino uno 

y el mismo Hijo Unigénito Dios Logos Señor Jesús Cristo, de acuerdo a lo que desde 

antiguo enseñaron los profetas, como nos enseñó el mismo Jesús Cristo y nos 

transmitió el símbolo de los padres. 

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Después que hemos decidido todo eso con toda posible diligencia, el santo Concilio 

ecuménico ha decidido que nadie puede presentar, escribir o componer una fórmula 

de fe distinta, o creer y enseñar de otro modo. Para aquellos que presuman ya sea 

elaborar otro credo, o publicar, o enseñar, o transmitir otro símbolo a aquellos que 

desean convertirse al conocimiento de la verdad desde el paganismo, judaísmo o 

cualquier herejía, el Concilio decreta que, si son obispos o clérigos, deben ser 

depuestos, los obispos del episcopado y los clérigos del estado clerical, y en caso que 

sean monjes o laicos, deben ser anatematizados. 

35. Después de leer la definición todos los reverendísimos obispos exclamaron: «Ésta 

es la fe de los padres. Que los metropolianos firmen inmediatemente. Que la firmen 

en seguida en la presencia de los oficiales. Que esta esplendida definición no sufra 

más demora. Ésta es la fe de los apóstoles. A esto todos nosotros asentimos. Así 

pensamos todos nosotros». 

36. Los ilustrísimos oficiales dijeron: «Lo que ha sido definido por los santos padres y 

ha dejado a todos satisfechos, será dado a conocer a la cabeza divina». 

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Actas del Concilio de Calcedonia - Curso - Pontificia Universidad ...

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