APROPIACIÓN Y SIGNIFICACIÓN CULTURAL Y ARTÍSTICA DEL ESPACIO URBANO: EL CASO DEL CHORRO DE QUEVEDO EN BOGOTÁ

APPROPRIATION AND CULTURAL AND ARTISTIC SIGNIFICANCE OF URBAN SPACE: THE CASE OF THE CHORRO DE QUEVEDO IN BOGOTA

Esteban Acosta Saavedra a
Universidad Santo Tomás, Colombia
Nani Sarli Barrantes Sánchez b
Universidad Santo Tomás, Colombia
Wayra Melissa Guerra Muriel c
Universidad Santo Tomás, Colombia
Daniela Maldonado Palacios d
Universidad Santo Tomás, Colombia
Laura Jimena Silva Lurduy
Universidad Santo Tomás, Colombia
Felipe Andrés Aliaga Sáez e
Universidad Santo Tomás, Colombia

APROPIACIÓN Y SIGNIFICACIÓN CULTURAL Y ARTÍSTICA DEL ESPACIO URBANO: EL CASO DEL CHORRO DE QUEVEDO EN BOGOTÁ

Aposta. Revista de Ciencias Sociales, núm. 71, pp. 62-94, 2016

Luis Gómez Encinas ed.

Recepción: 18 Marzo 2016

Aprobación: 03 Junio 2016

Resumen: Este artículo es resultado de una investigación realizada en el centro histórico de la ciudad de Bogotá, en la plaza del Chorro de Quevedo, donde confluyen una serie de prácticas y dinámicas históricas, sociales, culturales y económicas. Se describen las principales influencias teóricas y conceptuales que se consideraron en la interpretación de este espacio urbano desde diferentes enfoques sociológicos; se presentan las diferentes metodologías utilizadas, principalmente de corte cualitativo; y se dan a conocer los resultados en las cinco líneas del proyecto: hibridación sociocultural; mercado cultural; cuerpo, arte y política; acoso sexual callejero y narcoturismo.

Palabras clave: Chorro de Quevedo, prácticas, significado, espacio urbano.

Abstract: This article is the result of research realized in the historical center of the city of Bogotá, it is the Plaza del Chorro de Quevedo, where there come together a series of practices and historical, social, cultural and economic dynamics. The main theoretical and conceptual influences that were considered in the interpretation of this urban space from different sociological approaches are described; the different methodologies used are presented, mainly qualitative; and disclose the results in the five lines of the project: cultural hybridization; cultural market; body , art and politics; street sexual harassment and drug tourism.

Keywords: Chorro de Quevedo, practices, meanings, urban space..

1. INTRODUCCIÓN

Bogotá ha sido durante su historia el epicentro de una serie de acontecimientos sociales, políticos y económicos de gran importancia en Colombia, a la par que se ha convertido en una ciudad cultural y artística por medio de prácticas como la música, el teatro, la literatura, entre otras. Uno de los espacios públicos en donde han surgido y se han concentrado las expresiones artísticas y culturales en la historia de Bogotá es la plaza del Chorro de Quevedo, ubicada en la Candelaria, centro histórico de la capital, a la cual se le ha atribuido diferentes formas de apropiación del espacio y distintos usos culturales a través del tiempo.

La ciudad y sus espacios pueden ser entendidos y vistos como ambientes que se transforman y se han construido a partir de acciones culturales y artísticas, todas ellas con capacidad para ofrecer diferentes perspectivas de observación dentro de las ciencias sociales. En ese ámbito, el presente trabajo pone el foco de atención en algunos aspectos relevantes del uso cultural de la plaza en la actualidad, siendo resultado del proyecto de investigación “Apropiación y significación cultural y artística del espacio urbano: otras dinámicas de vivir, usar y construir la ciudad en la plaza del Chorro de Quevedo de Bogotá” [1]. La pregunta principal a la que se busca responder es la siguiente:

¿Cuáles son las prácticas socio-culturales y artísticas que dan significado al espacio urbano en el Chorro de Quevedo y su área de influencia? [2]

El Chorro de Quevedo de noche.
El Chorro de Quevedo de noche.
Foto tomada por los autores de la investigación

La plazoleta se trata de un lugar cultural complejo y diverso, donde convergen diferentes sujetos que se expresan y manifiestan de distintas maneras. Justamente por ello, se asume que su comprensión requiere de estudios y análisis que se desarrollen desde diferentes perspectivas teóricas y metodológicas. La investigación pormenorizada en este lugar concreto tiene sentido, sobre todo, en la medida en que su comprensión puede contribuir al entendimiento y a las lógicas de intervención y planeación de la ciudad de Bogotá, especialmente en la zona histórica y patrimonial.

El Chorro de Quevedo es un espacio urbano de incesantes significados y simbolismos urbanos, de gran diversidad y con una notable incidencia cultural, artística, simbólica y patrimonial, así como en la vida de sus ciudadanos y visitantes capitalinos. Por tanto, esta propuesta reconoce en este escenario la existencia de múltiples y particulares formas culturales, de enorme importancia en los procesos de construcción de la ciudad, que representan las diferentes apuestas (sociales, políticas, culturales, económicas, entre otras), tanto de los artistas, ciudadanos y gestores culturales, que configuran, se apropian y lo viven, asumiendo la plaza como una construcción socio-cultural, configurada por prácticas y dinámicas artísticas y culturales permanentes, que permiten la apropiación del espacio urbano. Así, el objetivo general se constituye en identificar estas prácticas y cada específico lo articulan diferentes líneas de investigación.

El callejón del Embudo sale de la plazoleta del Chorro.
El callejón del Embudo sale de la plazoleta del Chorro.
Foto tomada por los autores de la investigación

En este proyecto se definieron cinco líneas de investigación, cada una de las cuales tuvo un estudiante investigador como líder: Esteban Acosta en la línea de hibridación cultural; Nani Barrantes, en la de acoso sexual callejero; Wayra Guerra, en la de narcoturismo; Daniela Maldonado, en la de mercado cultural y Jimena Silva, en la de cuerpo, arte y política.

Los avances y resultados de este proyecto fueron socializados durante 2015 en diferentes eventos académicos en la USTA Colombia. Para mencionar algunos: I Seminario Internacional: Enfoques Sociológicos de la Significación del Espacio Urbano (13 de mayo); Feria de Semilleros en la III Semana de la Sociología (29 de abril); III Encuentro Nacional de Grupos y Semilleros 2015 (18 de noviembre). También los resultados fueron presentados en II encuentro latinoamericano de Investigadores/as sobre cuerpos y corporalidades en las culturas (Bogotá, 3 al 7 de octubre de 2015); y el XXX Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología en San José de Costa Rica (29 de noviembre al 4 de diciembre). [3]

2. MARCO TEÓRICO Y CONCEPTUAL

Se llevado a cabo diferentes aproximaciones sociológicas para comprender de manera holística los procesos que se desarrollan en el Chorro de Quevedo. Se argumentan a continuación:

• Hibridación cultural

La hibridación cultural en el Chorro de Quevedo se trabajó con las ideas del antropólogo Néstor García-Canclini (1989), quien teoriza y conceptualiza alrededor de la cuestión de la modernidad en América Latina. Según considera este autor, en esta región del mundo dicho fenómeno está constituido y obtiene su perfil específico por unas culturas híbridas. La modernización aquí presenta cruces socioculturales en los que la tradición y la modernidad se mezclan, “no funciona la oposición abrupta entre lo tradicional y lo moderno” (García-Canclini, 1989: 14).

De esta manera, la cuestión no es solo indagar en las estrategias empleadas por las instituciones o los sectores hegemónicos, sino que es es esencial entener la “reconversión económica y simbólica” (ibíd.) con la que los grupos sociales se adaptan a las nuevas condiciones. Resulta así necesario deconstruir la división tripartita del mundo cultural (culto, popular y masivo), para poder realizar una lectura de la hibridación cultural latinoamericana. Además, se plantea otro modo de concebir la modernización latinoamericana: más que como una fuerza ajena y dominante, que sustituye lo tradicional y lo propio, la concibe como “los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad multitemporal de cada nación” (García-Canclini, 1989: 15).

En cuanto a la expresión de lo cultural, se parte de la idea de Raymond Williams sobre hallar términos que no solo reconozcan “los estadios y las variaciones” (Williams, 1977: 144) de un proceso cultural, sino además sus relaciones dinámicas internas. Al respecto, se refiere a lo arcaico como lo que se reconoce como un elemento del pasado para observación; lo residual, como lo que se ha formado en el pasado, pero que aún se halla en actividad dentro del proceso cultural, no solo como elemento del pasado, sino también como elemento del presente; y lo emergente, como “los nuevos valores y significados, nuevas prácticas, nuevas relaciones y tipos de relaciones que se crean continuamente” (Williams, 1977: 145).

Con el propósito de definir y entender el espacio urbano y de comprender las lógicas y procesos que ocurren en su interior, se tuvo como referencias al semiólogo Armando Silva, quien se ha referido a la dimensión semiótica y cultural de lo urbano. Igualmente, Manuel Castells y Jordi Borja son autores relevantes que han tratado el asunto de la multiculturalidad y diversidad urbana. En particular, Silva (2006) sugiere que el carácter urbano de la ciudad corresponde a una forma de organización cultural de un determinado espacio físico y social que implica unos sentidos o significados. Los mencionados Borja y Castells (2000) se han centrado en investigar la diversidad étnica y cultural de las ciudades en el contexto de la emergente era de la información.

También se utilizaron otros autores para la conceptualización alrededor de la cuestión de las prácticas socioculturales, ideas y conceptos desarrollados por Lawrence Grossberg, alrededor de la práctica cultural, y Norbert Elias y Eric Dunning, en relación con el ocio y el disfrute del tiempo libre. De acuerdo con Grossberg (2010: 88), “la cultura es una dimensión productiva o constitutiva del contexto de la realidad vivida”, y por tanto es clave en la continua transformación y construcción de la realidad. Para Elias y Dunning (1986), el ocio aparece como un tiempo libre del trabajo ocupacional y puede ser entendido en relación con la búsqueda de cierto tipo de emoción.

La definición y el reconocimiento de lo moderno y premoderno en el espacio urbano se logró a través de Giddens (1990), autor fundamental para adentrarse en el estudio del fenómeno de la modernidad. En particular, se revisaron sus ideas en torno al capitalismo y la vigilancia en la institucionalidad de la modernidad. En esta línea, una característica que distingue a las culturas tradicionales o premodernas es que rinden homenaje al pasado y dan valor a sus símbolos, pues presentan y prolongan la experiencia generacional. Por ello hay que referirse a aquellos elementos residuales que devienen del pasado de la ciudad y que representan una tradición o herencia para distintos personajes de este espacio urbano. Para este autor, además, en las sociedades premodernas es frecuente que coincidan el espacio y el lugar, pues estima que las dimensiones espaciales de la vida social están dominadas por la presencia y por actividades localizadas. Con la modernidad lo local es penetrado y configurado por influencias sociales que se generan y operan a distancia. Así pues, lo local no solo está determinado por lo presente, sino por las distantes relaciones sociales.

Un aspecto básico que adquirió gran importancia fue considerar la plaza del Chorro de Quevedo como un espacio público de interacción e integración social en donde se construye identidad colectiva y en el cual existe un sentido de pertenencia y de apropiación del mismo, en cuanto lugar de construcción y uso social de la vida urbana. Olga Segovia recuerda que “el espacio público es también el territorio donde a menudo se manifiesta con más fuerza la crisis de la vida en la ciudad. Es uno de los ámbitos en que convergen y se expresan posturas y contradicciones sociales, culturales y políticas de una sociedad y de una época determinada” (Segovia, 2007: 23). Siguiendo a esta autora, hemos de considerar el espacio público todavía en un sentido más amplio: como escenario físico, simbólico y político que contribuye a proporcionarle sentido a la vida urbana de los sujetos, desde el aprendizaje de prácticas sociales a la resistencia ciudadana.

Según Grossberg, las prácticas culturales son inherentes y necesarias en la vida humana y en sociedad. Constituyen la vida y la realidad en la que habitan los sujetos, que son los principales gestores de producción y construcción de las prácticas culturales que transforman el mundo. Esa dimensión cultural, propia de los seres humanos, resulta determinante del hecho social. Dicho de otro modo, “la cultura en la que vivimos, las prácticas culturales de las que hacemos uso, las formas culturales que emplazamos e insertamos en nuestra realidad, tiene consecuencias en el mundo en el que la realidad se organiza y se vive. Las prácticas culturales contribuyen a la producción del contexto” (Grossberg, 2010: 88).

En concreto, la plaza se caracteriza por ser un espacio público urbano en el cual convergen y se interrelacionan una serie de sujetos, los cuales permiten la construcción y producción del espacio público urbano. Dichos sujetos producen y construyen prácticas culturales que afectan la realidad social, produciendo, reproduciendo o trasformando un contexto social determinado y las lógicas políticas, sociales, culturales y económicas que allí se manifiestan.

• Mercado cultural

Una de las prácticas que se observa en el espacio urbano son las actividades económicas que conforman un mercado cultural, las que se abordan desde los planteamientos de Bourdieu tomando como referente la antropología económica y el concepto de habitus económico. Según este autor, la ciencia económica es una práctica de orden social, es decir, en cualquier práctica humana va estar inmersa la práctica económica y dicha práctica se manifiesta como un hecho social. Ahora bien, dichas prácticas tiene un espacio de acción, es decir, los sujetos van a crear el campo de acción (campo económico), en donde los comportamientos económicos son el resultado de “razonamientos lógicos sustentados en la experiencia, de los comportamientos determinados por las costumbres” (Bourdieu, 2000: 158). Además el “comportamiento económico socialmente reconocido como racional es fruto de unas condiciones económicas y sociales determinadas” (Bourdieu, 2000: 261).

Por su parte, Maurice Godelier retoma a Karl Polanyi para explicar la economía sustantivista, que alude “al intercambio con el medio ambiente natural y social, en la medida en que este intercambio tiene como resultado proporcionarle medios para su necesaria satisfacción material” (Godelier, 1974: 155). Es decir, los procesos económicos como fenómenos naturales y sociales estarían en la interacción que tiene el hombre con su entorno para satisfacer sus necesidades materiales.

A tenor de lo expuesto, la plaza Chorro de Quevedo es un campo social y cultural, pero también un campo económico, un espacio donde se desarrolla una fuerte presencia de actividad económica surgida a partir de las relaciones sociales y culturales que allí convergen. Por tanto, las prácticas socioculturales permiten el afianzamiento de unas actividades económicas mediadas por el intercambio de bienes y servicios culturales. Así, “el mercado es el locus de intercambio; mercado e intercambio son coextensos” (Godelier, 1974: 175). De manera equivalente, emerge un mercado cultural como resultado del intercambio de servicios y bienes culturales, que pueden ser materiales o inmateriales (simbólicos, discursivos y de ocio). Especialmente estos últimos adquieren una carga significativa para la construcción de la plaza del Chorro de Quevedo, ya que generan espacios para la construcción de actividades de socialización y de interacción.

• Cuerpo, arte y política

Para la investigación social, el cuerpo humano ha sido protagonista de diversos usos y significaciones individuales, culturales y artísticas, manifestando dinámicas y múltiples realidades. Entre la década de los 50 y 60 el estudio de lo corporal en los bordes de la disciplina sociológica empieza a observarse desde su acción inmediata y su relación directa con las prácticas artísticas, interpretando las microfísicas del poder que se han insertado en lo corporal, y el uso de técnicas políticas que construyen los cuerpos. A partir de ahí se empieza hablar de un cuerpo vigilado, un cuerpo expuesto, un cuerpo castigado, un cuerpo identificado, un cuerpo encarnado. En consecuencia, comienzan a consolidarse movimientos artísticos y sociales de la mano de las vanguardias del momento, como por ejemplo, el movimiento Situacionista o movimiento de Performancia, buscando el punto que sitúa a la corporalidad como tejido transgresor y manifiesto de una realidad que se configura sobre las bases del poder o sobre la experiencia misma de quien realiza la acción.

Ahora bien, hablar de arte, se refiere a un conjunto de significados que a la vez está constituido por otros conjuntos de expresiones, contemplaciones, impresiones, creaciones, relatos, entre muchas más que le redefinen. El cuerpo surge de la construcción de un yo con respecto a espacios configurados socialmente, en donde existen ciertos usos y apropiaciones que construyen algunos mapas de habitar la ciudad. En este sentido, la investigadora colombiana Zandra Pedraza (2009), propone que el cuerpo es consecuencia simbólica y política de los fenómenos sociales; en él existe un campo de fuerzas que se producen y cobran potencial a la hora de manifestarse en el arte, de tal manera que la problemática del cuerpo político, su investigación, desnuda tensiones políticas y sociales en busca de una redefinición de las experiencias personales o colectivas. Es por ello que el estudio del cuerpo genera aperturas al mundo para quien lo estudia y para quien puede llegar a tocar, lo que conceptualizó como hiperestesia o experiencia incrementada de sí a través de las percepciones corporales y de la clasificación de la sensación y en general de la sensibilidad.

Por lo anterior, se considera importante y necesario plantear una reflexión y si se quiere discusión a partir del reconocimiento del cuerpo en el arte y sus conjuntos, identificando y aproximándonos a creaciones artísticas que involucren el cuerpo en su acción urbana. Un punto de encuentro desde lo compartido y lo dividido, donde las relaciones e interacciones sociales se transforman permanentemente en los espacios urbanos, se genera el “compartir de lo sensible” (Ranciere, 2009), aquel lugar armonioso o de disenso a través de configuraciones estéticas que son políticas y son propias del arte, del pensamiento y la práctica, de la vida en interacción, de formas de habitar. Interesado por los actos estéticos como configuraciones de la experiencia, se busca interpretar nuevos modos del sentir que para el mencionado autor son formas nuevas de la subjetividad política.

En este sentido, la plaza del Chorro de Quevedo y su área de influencia sobresale espacio histórico-cultural del cual emanan relaciones socioculturales y políticas incesantes que hacen visibles y transforman la labor de las artes de acción en Bogotá. Es el escenario donde se han desarrollan intervenciones, transgresiones importantes y se experimenta la labor política del cuerpo. Para su análisis, haciendo converger distintas representaciones del mundo, perspectivas y metodologías, nos hemos apoyado en las investigaciones de Le Breton, 2002; Sennet, 1997; De Certeau, 1999; Mauss, 1979; Villamil, 2000; Fuenmayor, 1997; Jones, 2006; Martín Cañas, 2007.

• Acoso sexual callejero

Este apartado es abordado desde el ámbito del género a partir de las ideas de Marta Lamas (2000), proponiendo la necesidad de una resignificación del género, con el fin de que existan y se representen diferentes y diversas formas de ser mujer y ser hombre, más allá del marco binario de los dos sexos y las formas tradicionales en que se ordena la vida social y los espacios de manera diferencial. De igual forma, la categoría de “violencia de género”, desde Francisca Expósito (2011), sería aquella forma de viciar la voluntad de una persona para obligarla a ejecutar un acto determinado, de forma física, verbal, psicológica, sexual, social o económica.

A partir de las aportaciones de Burbano, 2011; Santamaría, 2013; y Barrere, 2013, se analiza el acoso sexual callejero como una práctica ejecutada principalmente por parte de hombres desconocidos hacia las mujeres en el espacio público, donde el cuerpo de la mujer se ve sexualizado y cosificado y comprende acciones como chiflidos, silbidos, groserías, contactos físicos, comentarios y miradas lascivas, masturbación pública, manoseo, entre otros. Así, desde esta perspectiva, se considera que el acoso sexual callejero se da en tres niveles: agresiones físicas, las cuales implican un contacto directo entre el agresor y la víctima; agresiones verbales, que son aquellas acciones que mediante el uso de las palabras se violenta, incomoda o transgrede a otra persona; y las agresiones simbólicas, como formas de molestar o agredir a otra persona sin tocarla o decirle nada, sino con el uso de gestos o miradas violentas hacia otra persona, principalmente de un hombre hacia una mujer.

La relación entre género y espacio público, en base a las ideas de Pablo Páramo (2011), se comprendería como la existencia de un uso diferencial del espacio público desde los hombres y las mujeres, debido a que la mujer ha sufrido un proceso de segregación del espacio público, asignándole histórica, social y culturalmente el espacio privado y con él, las labores domésticas de cuidado del hogar y la crianza. En esa medida el uso del espacio público por parte de las mujeres se encuentra condicionado. Por otro lado, siguiendo a David Harvey (2012), con la categoría del “derecho a la ciudad”, entenderemos como una lucha política cotidiana e individual de cada mujer, el salir al espacio público y ser objeto de acoso sexual callejero, al no dejar de defenderse y responder ante esta agresión, sin limitarse al uso y tránsito del espacio público.

Néstor García Canclini (2013) y Judith Butler (2007) permiten la construcción de la categoría de análisis “performatividad como resistencia”, la cual responde a aquellas acciones o comportamientos reiterativos realizados por las mujeres en forma de defensa o respuesta al acoso sexual callejero. Estos fueron entendidos como actos performativos que permiten cuestionar y demostrar el desacuerdo ante esta agresión; en esa medida será considerado como un acto de resistencia a un sistema machista patriarcal violento, que cosifica y sexualiza el cuerpo de la mujer y lo agrede por medio de acoso sexual callejero, con actos físicos, verbales y simbólicos en el espacio público.

• Turismo de drogas

Para el abordaje del turismo de drogas, se atienden los planteamientos de Anthony Giddens (1996), recordando que la modernidad “altera radicalmente la naturaleza de la vida cotidiana y afecta las dimensiones más íntimas de nuestra experiencia” (1996: 33). En este sentido, el sujeto aparece como un ser influenciado por las instituciones modernas y globalizantes, pero también, como un ser que crea disposiciones personales respecto a la construcción de la identidad. Con esto se pretende dar a entender que el individuo, consumidor o usuario de sustancias psicoactivas (SPA), no es simplemente influenciado por su contexto social y sus requerimientos, sino que éste por medio del gestionamiento de su auto-identidad tiene la capacidad de decisión frente al consumo de SPA y las prácticas socioculturales que lo acompañan.

El turismo promueve la interacción con diversas culturas locales y foráneas, creando lazos y relaciones interpersonales entre turistas y los habitantes del lugar, las cuales generan en los turistas (viajeros) conocimientos y experiencias compartidas. Esto implica el reconocimiento y adaptación a las diversas prácticas locales, que no pueden ser consideradas homogenizantes, sino por el contrario, implican una hibridación. En otras palabras, es un proceso de creación de un entretejer social y cultural que a raíz de las condiciones materiales y abstractas de la vida cotidiana, pero innovadoras frente a los turistas, dan pie al surgimiento de nuevas prácticas socioculturales materializadas en nuevos estilos de vida, pero igualmente de consumo, ya que no se puede olvidar que el turismo está enmarcado dentro del mercado.

Para entender el surgimiento de nuevas prácticas, es necesario el reconocimiento de los engranajes básicos que permiten la existencia del turismo. Por una parte, se encuentra el viaje entendido desde Daniel Hiernaux (2000), como la búsqueda del paraíso perdido, en donde se espera encontrar nuevas experiencias para satisfacer los vacíos que deja la vida cotidiana, por lo cual se espera dentro del imaginario de las sociedades occidentales vivir a la altura durante unos días, permitiéndose así adquirir un estatus social y cultural a partir del viaje y la visita a nuevos lugares, buscando evidenciar la pertenencia a un grupo social determinado. Por otra parte, encontramos aquellas prácticas que no están ligadas a la estructuración del viaje occidental, que en cierta medida están programadas por planes turísticos con tiempos y espacios determinados que se construyen a partir de la oferta de actividades que se proporcionen en el espacio local. Contrario a esto, siendo el viaje una actividad liberadora de responsabilidades de la vida cotidiana, el sujeto busca la satisfacción por medio del ocio, definido como “la práctica constructiva del tiempo libre, es decir, el aprovechamiento organizado del mismo, (…) en donde el sujeto hace uso del mismo y gestiona libremente sus actividades, obtiene placer y satisface necesidades personales, tales como descansar, divertirse, desarrollarse” (Puig y Trillas, 1987, en Hiernaux, 2000: 103).

En este contexto, los jóvenes son un sector de la sociedad que puede tener una tendencia mayor a generar vínculo entre turismo y drogas. Según un informe del Instituto Europeo de Estudios en Prevención, las drogas actúan como un elemento casi imprescindible para este estilo recreativo, convertido en hegemónico para jóvenes y adolescentes. Funciona como un modelo rápido y fácil de diversión, en la que se obtiene placer inmediatamente y de forma pasiva, sin esfuerzo, aunque siempre condicionado por el dinero. Así, una gran parte de la socialización de muchos jóvenes está vinculada a la participación en este particular ambiente de ocio, comercializado y promovido por la industria recreativa nocturna (IREFREA, 2011).

Estas nuevas prácticas implican variaciones en la oferta y demanda de actividades para las nuevas formas de turismo, las cuales traen cambios en las prácticas locales, y encuentros o hasta posibles choques con los residentes en el sector turístico. Ahora bien, este tipo de turismo no solo afecta a estas personas sino que puede traer riesgos de salud para los consumidores y así mismo otras problemáticas sociales. Habiendo entendido ya algunos elementos frente a la sociología del turismo, sus implicaciones en la vida cotidiana y sus aspectos relevantes, es importante destacar que existen nuevas prácticas socioculturales del turismo a partir de sustancias psicoactivas. Para ello resulta pertinente el concepto de neotribalismo, que reconoce “la importancia del sentido de pertenencia, a un lugar, a un grupo, como fundamento esencial de toda vida social” (Maffesoli, 2004: 20). La relevancia de este concepto para el estudio del turismo desde el consumo de sustancias psicoactivas recae en la relación que tienen estas sustancias con el proceso de socialización de nuevos grupos tribales, los cuales a nivel mundial desde las prácticas occidentales modernas, han hecho parte de la experiencia turística de este tipo de consumo.

Aunque esta hipótesis no puede ser generalizada, sí es ha de tomarse en consideración al estudiar las actividades turísticas de las nuevas generaciones, asumiendo ese tipo de “cosas anémicas, que ponen en relieve el aspecto pagano, lúdico, desordenado de la existencia” (Maffesoli, 2004: 20), pero que proporcionan un sentido a determinadas prácticas sociales aparentemente incomprensibles. Se trata de prácticas asociadas a intereses que son cambiantes en función de las experiencias y las necesidades, generando así grupos dinámicos y comunidades diversas en torno a un lugar.

Este arraigo se va conformando a partir de la influencia de diversos mecanismos de interacción con lo local y lo foráneo, en donde confluyen diversas prácticas originarias de cada centro que llevan consigo los turistas, y que al momento del encuentro en el momento tempo-espacial cargado de otros significados y vivir la vida conforman un crisol en donde el sentido inicial de la experiencia permiten vislumbrar una “perspectiva “holística”. Aquello que, dentro de una constante reversibilidad, una la globalidad (social y natural) y los distintos elementos (medio y personas) que las constituyen (Maffesoli, 2004: 28). A este momento determinado, el autor lo denomina “trascendencia inmanente”, una especie de energía conjunta que facilita que el grupo se encuentre. Este “ethos comunitario” tiene su reflejo más claro en el tiempo de ocio, en forma de experiencia compartida desarrollada en determinados espacios públicos.

3. METODOLOGÍA

En esta investigación la principal metodología diseñada y empleada fue de carácter cualitativo bajo una perspectiva etnográfica. Rosana Guber indica que la etnografía “como enfoque es una concepción y práctica de conocimiento que busca comprender los fenómenos sociales desde la perspectiva de sus miembros (entendidos estos como actores, agentes o sujetos sociales)” (Guber, 2001: 5). Desde esta perspectiva, se llevan a cabo diferentes métodos de recolección de información para observar a quienes habitan, usan y transitan el lugar, acorde a etapas de trabajo como la observación (participante y no participante), la entrevista y los grupos focales. Asimismo, se usaron diarios de campo, fichas RAE y registros fotográficos.

En el análisis de la hibridación cultural, se entiende que lo que ocurre en el Chorro está emplazado en circunstancias locales. Dado su carácter micro social y espacial, para el desarrollo de esta investigación se propuso aplicar metodología cualitativa que permitiera reconocer características y condiciones, especialmente de los sujetos y sus prácticas socioculturales, asociadas al ocio. Se tomó como principio la idea de Harold Garfinkel (2006) en cuanto tomar las actividades y circunstancias prácticas y comunes como objetos y fenómenos de estudio empírico, empleando la observación participante para obtener información sobre las mencionadas prácticas, la cual se aplicó durante tres meses. Como pautas de observación, fueron definidas las prácticas socioculturales residuales y emergentes asociadas al ocio.

En el ámbito del mercado cultural, se analizaron las diferentes interacciones e intercambios de bienes y servicios culturales materiales e inmateriales que permiten el funcionamiento de un mercado cultural e igualmente su papel en la construcción y configuración del espacio público; comprendiendo el papel que tienen los sujetos transmisores del mercado cultural (siendo estos el foco de la investigación) en la configuración del espacio público urbano. Sin descartar el papel de los sujetos receptores. Básicamente se aplicaron entrevistas en profundidad a gestores culturales y funcionarios institucionales, como sujetos transmisores de las prácticas socioculturales y receptores de dichas prácticas. También se realizó múltiples ejercicios de observación.

En la identificación y establecimiento de las prácticas artísticas del cuerpo, en la metodología que se implementa se buscó acercar el tema de investigación al territorio y a quienes usaron, habitaron y apropiaron el espacio desde su práctica artística, esto implicó creaciones, sensibilidades y afecciones. Primero se realizó una caracterización de la plaza del Chorro de Quevedo y su área de influencia. A continuación se exploraron las prácticas artísticas que desde la corporalidad buscaron intervenir el espacio de distintas maneras durante el segundo semestre de 2015. Se aplicaron las siguientes técnicas de investigación social en momentos consecutivos: un mapeo desde la observación participante, a través de diarios de campo; un registro fotográfico para describir los momentos de acción artística corporal; entrevistas no estructuradas para los artistas que mediante su accionar corporal buscaron la manera de apropiar el espacio; y por último, se realizó un encuentro en el Teatro de Sueños [4], para concluir el estudio con las mismas personas que usaron, habitaron o se apropiaron del espacio en algún momento del año, aplicando un grupo focal para dar paso a una cartografía corporal.

La metodología de en torno al acoso sexual callejero, a través del análisis del interaccionismo simbólico, la intención principal fue generar una reflexión acerca de lo observado, se emplearon entrevistas estructuradas, las cuales permitieron mantener una relación directa y diálogo formal con las mujeres que se entrevistaron; tomando cada experiencia personal como información valiosa y fundamental para reconstruir primero la idea que se tiene desde las mismas mujeres acerca del acoso sexual callejero y comprender como ellas de diferentes formas responden y reflexionan frente a la problemática, lo cual permitió comprender la pertinencia de estudiar el tema. Se llevaron a cabo grupos focales con mujeres y hombres por separado, los cuales permitieron recolectar información acercándose a las diferentes experiencias de los y las participantes con el fin de generar diálogos y discusiones frente al acoso sexual callejero, sus implicaciones, sus posibles soluciones, lo que representa para cada persona y las posibles causas.

Por medio de la observación, se logró identificar algunas de las tipologías turísticas más visibles en el Chorro de Quevedo, así como sus actividades y prácticas para habitar y transitar el espacio privado y público desde el consumo de sustancias psicoactivas. Esta técnica es de gran relevancia para la investigación, ya que la propia complejidad del tema dificulta la recolección de datos por medio de otras técnicas. Luego la observación pasó a planos privados, esto es, a bares y hostales donde se pudo abordar la problemática desde una perspectiva más cercana y directa. Pernoctamos dos noches en dos hostales diferentes, en donde de acuerdo con lo establecido se crearon lazos de confianza con los informantes y se pudo observar de manera más evidente el consumo de sustancias psicoactivas en estos espacios. Se hicieron entrevistas semiestrucuradas, permitiendo analizar la significación del Chorro de Quevedo desde el transitar, el habitar y el consumo de sustancias psicoactivas de los turistas, identificando formas de neotribalismo que surgen a partir de la experiencia turística.

4. RESULTADOS

A continuación se destacan algunos de los aspectos más relevantes de los resultados obtenidos en las cinco líneas del proyecto.

Hibridación sociocultural

Fueron encontrados distintos rasgos modernos y premodernos que permiten describir ciertas lógicas del espacio y prácticas socioculturales que tienen asiento en la plaza. Se observó que las prácticas socioculturales relacionadas con el ocio que se dan en la plaza, desde el punto de vista del lugar y del espacio. Por una parte, ocurren en una localización física y geográfica y su realización implica que los sujetos que las llevan a cabo están presentes en la escena. Por otra, se desarrollan en un escenario definido como urbano, regulado por normas de organización política y ordenamiento territorial, que le confieren una serie de características particulares de acuerdo a la forma como es representado. En ese orden de ideas, el Chorro de Quevedo se revela como espacio público patrimonial, turístico y comercial.

En ese espacio se llevan a cabo prácticas sociales propias de la modernidad, al estilo que hemos definido con Giddens (1990). Para ejemplificar, se puede hacer referencia a la forma de administración pública que pesa sobre dicho espacio. Con el propósito de cumplir con sus funciones, el gobierno local debe definir la plazoleta del Chorro de Quevedo como campo de acción e intervención o recurrir a definiciones elaboradas previamente, por ejemplo a través de la legislación distrital y/o a herramientas de planificación como los planes de desarrollo local (Candelaria Humana Dignificante y Viva), que orientan las decisiones administrativas que inciden en los sujetos y prácticas que se localizan en este sitio.

Ahora bien, las prácticas referidas también presentan rasgos distintivos de lo premoderno. Se observó que algunas de las principales actividades que se dan alrededor del uso y disfrute del tiempo libre son el consumo y comercio de chicha y la narración oral. Son estas las que están localizadas en el lugar e implican que quienes están involucrados en su desarrollo estén presentes. Para ser explícitos, según las observaciones realizadas la chicha se vende en establecimientos comerciales ubicados dentro del área geográfica en cuestión y se consume en su extensión; los espectáculos de cuentería ocurren sobre su suelo [5].

De esta manera, la chicha y la artesanía son para varios de los entrevistados herencias con una enorme carga simbólica, a las que otorgan diferentes tipos de valor, ya sea familiar, tradicional o económico. También están quienes dan importancia a la herencia y cultura indígena y a la tradición derivada de la Bogotá del siglo pasado, pues constituye para ellos referentes de pensamiento y acción y motivos de celebración, exaltación y homenaje.

Un segundo aspecto de lo premoderno es la reinterpretación y clarificación de la tradición y la importancia que se da al pasado, lo cual hace evidente que la tradición puede ser reinventada por las nuevas generaciones. En ese sentido, hay que reparar en las formas como diferentes comerciantes y gestores culturales se apropian y hacen nuevas lecturas de la herencia que reciben, para rendir homenaje a su pasado, valorarla y reinventarla, lo cual implica un proceso en el cual le imprimen su propia experiencia. Un ejemplo de estas prácticas es el vendedor de chicha que modifica su receta para darle un nuevo sabor y color o que la mezcla con otro tipo de bebidas fermentadas tradicionales como el guarapo, para obtener una nueva bebida denominada “Chicharapo”. Otro podría ser el del artesano que recurre a sus propios diseños y a nuevos materiales para renovar su oficio, e igualmente el del innovador que transforma una artesanía de barro típica (alcancía con forma de cerdo) en una pieza ornamental de arte.

Asimismo, se pudo apreciar que, por un lado, la actividad comercial y turística incorpora elementos simbólicos y materiales del pasado y la tradición de los mencionados sujetos y de la ciudad; pero también, que implica prácticas con rasgos premodernos dados a partir de dichos símbolos o elementos, que comprenden entre otras, la apropiación, relectura y renovación de los significados del pasado y la tradición.

Como ya se ha mencionado, las observaciones arrojan que una de las actividades con las cuales diferentes sujetos ocupan su tiempo libre en el Chorro de Quevedo es la narración oral o cuentería. Las presentaciones de varios narradores orales y comediantes mostraron que gran parte de sus asistentes se divierten realmente, pues las actuaciones de los cuenteros suelen resultar cómicas. Por lo anterior, resulta lógico que los espectadores exterioricen la emoción que sienten, principalmente mediante risas y aplausos. En consecuencia, el Chorro de Quevedo se muestra como un lugar emotivo y un escenario de prácticas de experiencia y expresión emocional.

• Mercado Cultural

Durante el estudio y ejecución del proyecto investigativo se logró identificar que las prácticas socioculturales hacen parte de la configuración del Chorro de Quevedo y existe una apropiaron transitoria del mismo. Es decir, las personas que ofertan un mercado cultural se apropian de manera eventual y simbólica del espacio público. Ahora bien, los sujetos transmisores de la práctica sociocultural consideran importante el reconocimiento económico y simbólico del servicio cultural material o inmaterial que brindan y transmiten. El consumo de un mercado cultural permite y contribuye a la configuración y construcción de espacios alternativos e inclusivos. Igualmente, dichos espacios permiten ofrecer una dinámica laboral alterna, la cual reconoce la importancia del capital humano en la construcción de dichos espacios como también la inclusión de unas demandas. Es decir, la inclusión de unos sujetos que consumen los bienes culturales que se manifiestan en el espacio público.

El funcionamiento del mercado cultural en el espacio público urbano está configurado por la venta de artesanías, u otros productos que impulsen la comercialización de prácticas creativas. La presencia de una oferta gastronómica y las intervenciones del espacio público para la realización de prácticas socioculturales como la cuentería, los performance y las intervenciones musicales son actividades socioculturales que incentivan la oferta y la demanda de un mercado cultural. No obstante, la demanda que frecuenta este tipo escenarios, en su mayoría población flotante, lo hace porque perciben en esta plaza un carácter identitario que resulta ser significativo. Tienen, además, cierta preferencia de consumo cultural, es decir, la plaza Chorro de Quevedo les brinda unos servicios socioculturales culturales oportunos y acertados para su satisfacción.

Sin embargo, para algunos de los entrevistados la plaza se convierte en un escenario poco significativo socioculturalmente y lo habitan con intenciones e intereses diferentes. Los gestores y transmisores de las prácticas socioculturales perciben el espacio público como el medio idóneo para lograr obtener algunos ingresos económicos extras. Cabe señalar que esta afirmación es el patrón predominante en los relatos, aunque no todos los artistas y transmisores de las prácticas socioculturales ven de esta actividad una fuente de ingreso. La principal fuente de ingreso está focalizada en la docencia, como medio común para vivir de la cultura y por la cultura, ya que ellos afirman que su trabajo vale y merece ser reconocido económicamente y simbólicamente. Por ende se puede decir que la manifestación de prácticas socioculturales es una práctica laboral como cualquiera otra y es un trabajo que les permite tener una calidad de vida y en algunos casos estabilidad laboral.

Por tanto, la plaza se configura como un espacio diverso, incluyente y con una gran apuesta cultural. Pero en todo caso, esta configuración y su reproducción es posible no solo por la manifestación de las prácticas socioculturales que allí se presentan, sino por la convergencia de un mercado cultural que favorece y promueve, comercialmente, dichas prácticas.

Lo institucional aparece como respaldo a este escenario. No obstante, no todos los transmisores de las prácticas socioculturales tienen un respaldo institucional, por lo tanto la convergencia de un mercado cultural también se forja y depende por un lado de la autonomía y la iniciativa de sujetos transmisores de la práctica como la de los receptores de la misma. Es decir, la configuración de un mercado cultural se construye en doble vía, por un lado a partir de una oferta ya sea respaldada institucionalmente o no, y por otro lado una demanda que consume, explora, se vincula y hace parte de la construcción de dicho mercado. Es así como los transmisores y receptores de las prácticas socioculturales hacen de este espacio un escenario apto para la producción y reproducción de bienes y derechos culturales, es decir, se apropian del territorio para ofrecer un mercado, lo cual implica cierto grado de creatividad e innovación en el producto y la oferta del mismo.

El espacio urbano del Chorro de Quevedo, en términos de seguridad, necesita ser evaluado nuevamente. Eso es así porque en muchas ocasiones las personas encargadas de velar por la tranquilidad y seguridad del espacio no asisten de manera correcta la integridad de los gestores que transmiten la práctica sociocultural, como también la de los receptores. Sin embargo, también es necesario señalar que en algunos casos las personas que asisten y hacen parte del consumo cultural no hacen del espacio un lugar de convivencia y tranquilidad.

Durante el desarrollo y ejecución del proyecto investigativo se hallaron nuevas hipótesis y cuestionamientos que pueden ser útiles para la continuidad investigativa. Algunas hipótesis encontradas están relacionadas con la existencia de un desarrollo local en términos sociales, culturales y económicos. ¿La convergencia y emergencia de un mercado cultural local posibilita el desarrollo local en términos sociales, culturales y económicos del espacio público plaza Chorro de Quevedo? Si fuera así, ¿en qué media se da? Igualmente, es pertinente profundizar en la historias de vida de aquellos sujetos que ven el mercado cultural una forma y estilo de vida y al cual llegaron por situaciones particulares o por algunas condiciones de vida.

• Cuerpo, arte y política

Todos los días en la plaza del Chorro de Quevedo algo está pasando si hablamos de prácticas artísticas. En ella coexisten múltiples colectivos y personas que piensan de forma cotidiana cómo llevar a cabo su interpretación del mundo, su trabajo, su expresión artística bajo un objetivo transformador y trasgresor de poderes en el espacio urbano. El cuerpo está allí inexorablemente, las relaciones que se construyen, que se relatan, que se expresan son cuerpo. No obstante, son los artistas quienes hacen del cuerpo la obra de arte, es a través de él, donde encuentran las maneras de experimentar una trasgresión, un antagonismo sobre sí mismos, una búsqueda por comunicar algo en cada manifestación. La localidad de la Candelaria es un espacio donde confluyen infinitas prácticas artísticas y, específicamente, el Chorro de Quevedo se convierte en epicentro del cual se desatan continuamente prácticas socio-culturales y artísticas. En particular, de allí se desprende la experiencia política, la estética de lo sensible, cuyo eje de lo artístico se refleja en una presencia viva, de la acción a través del cuerpo: el o la performance, el teatro, la danza-teatro, la danza, los malabares, el stomp, el fluxus, el happening se podrían establecer en los bordes del arte relacional, que es el producto de estas relaciones políticas entre arte y espacio urbano.

Algunos de los artistas que se ven inmersos en esta vorágine de cotidianeidad pertenecieron al grupo de larga trayectoria escénica Circo Cuenta Teatro, el colectivo Acción En Vivo y Diferido dirigido por la artista Tzitzi Barrantes, el artista bogotano del Stomp Tonos Antwan, quienes hicieron parte del encuentro final en el teatro de sueños y quienes de distintas maneras afirmaron la existencia de una experiencia política en su quehacer artístico que se manifiesta en el terreno antagónico, conflictivo y desde los procesos de tensión y coyunturas urbanas del Chorro de Quevedo de Bogotá.

Además, se concluye que en contraste con los postulados teóricos, efectivamente la ciudad es un espacio más que ocupable, habitable. El espacio del Chorro de Quevedo de Bogotá refleja modos de vida permanentes es un espejo de la memoria colectiva que los artistas han construido en torno a él, construye imágenes, huellas, sentires momentos pasados, presentes o futuros, que soportan transformaciones individuales, colectivas, con un sentido o con un sinsentido artístico, en donde las diferentes trayectorias corporales usan, habitan y apropian el espacio. No obstante, las relaciones que se encontraron que construyen ciudad, oscilan en un doble sentido, ya que no solo la construcción de la ciudad hace los cuerpos, sino que de acuerdo a Ferretty y Segura (2011), los cuerpos hacen en y a través de la ciudad. De tal manera, que cuando se analizan las relaciones entre cuerpos y ciudad se torna evidente que no hay relación estable ni una articulación plena entre el espacio construido y la vida social. Dicho de otra forma, nos enfrentamos a espacios que son continuamente utilizados, disputados, transformados y, eventualmente, destruidos. En este orden de ideas, la fórmula propuesta por Michael de Certeau (1999), cuando sostiene que el espacio urbano es un lugar practicado desde los cuerpos políticos, se visualiza en la intencionalidad dada por los artistas en distintos momentos y espacios.

A tenor de lo expuesto, se aprecia una deconstrucción del cuerpo hecha por los artistas, donde la premisa del cuerpo como algo endógeno de los sujetos se aleja. Es por este motivo que señala el cuerpo como productor de sentidos, y por tanto, el canal donde las personas logran dotar de valor los espacios y los tiempos. Así, las prácticas artísticas del cuerpo van ligadas a los contextos socioculturales y políticos en distintos momentos, el cuerpo se manifiesta estéticamente en distintos contenedores: como un cuerpo silencioso, un cuerpo grotesco, un cuerpo surreal o hiperreal, un cuerpo disciplinado o indisciplinado, un cuerpo sonoro, un cuerpo reflexivo, que a través de distintas técnicas busca identificarse como cuerpo en carne viva.

Por otra parte, durante la investigación es posible notar la existencia de un concepto institucionalizado de la política y de lo político, relacionado al ámbito público, la agencia administrativa y lo legal, se torna difícil llegar a diferenciar la experiencia política como el punto de encuentro de lo individual y lo colectivo, donde converge lo privado y lo público, donde cohabita lo externo con lo interno, y donde para los artistas lo político se encuentra en su práctica desde el cuerpo. Los artistas se ven a sí mismos como agentes culturales, autónomos, pero al mismo tiempo ligados a una agenda institucional o política, en búsqueda de encuentros y reflexiones vivas, directas y propuestas que dan cuenta de situaciones cotidianas y socioculturales. De esta manera, se da cuenta como los productos artísticos desde el cuerpo forman y se transforman a través de la interacción social y en el sujeto creador en sí mismo.

Es importante cuestionar la plaza del Chorro de Quevedo como espacio en movimiento de corporalidades y espacialidades en constante alteración. El Chorro de Quevedo como posibilidad de encuentro del acto estético de la emancipación que mencionó Ranciere (2009). La posibilidad de encontrar en las artes un modo de transformación. Asimismo, retomando a Segura y Ferretty (2011), a partir de dicha relación entre arte y política, el espacio público es el resultante de la intersección entre forma y política que por un lado, remite a esferas de la acción humana (habla de lo político), por otro lado, nombra lugares materiales (habla de la forma); desarrollándose estudios bifurcados: los que analizan la política, donde la ciudad aparece como escenario, como telón de fondo. Por último, el habitar, usar y apropiar como resultado de interacciones entre corporalidades/corporeidades y experiencias políticas a través del espacio urbano, desde el cual las prácticas sociales configuran sentidos de lugar desde el arte que mediante su accionar permite dibujar y contemplar el cuerpo como espacio de creación desde y para los artistas.

• Acoso sexual callejero

A partir de las discusiones teóricas y el posterior trabajo de campo, fue posible mostrar que el acoso sexual callejero responde a todas aquellas palabras, gestos o acciones que agredan a las mujeres en los espacios públicos. Principalmente, los hombres son quienes los realizan y su característica principal es que son desconocidos y logran ofender, intimidar, violentar y vulnerar a las mujeres que lo reciben.

Las entrevistas realizadas en el Chorro de Quevedo permitieron evidenciar que el acoso sexual callejero se considera una violencia hacia la mujer: ésta resulta agredida y hace que se encuentre permanentemente con miedo, desprotegida y con un sentimiento de inseguridad en el espacio público. Este fenómeno implica que por medio de las palabras, gestos y acciones físicas transgredan su espacio, cuerpo y tranquilidad, ya que se expone de manera violenta su cuerpo y aspecto físico [6].

Atendiendo a lo manifestado por las mujeres, tanto en las entrevistas como en los grupos focales, los acosadores son en su mayoría hombres abusivos, asquerosos y depravados, generalmente de avanzada edad, lo cual no implica que los jóvenes y niños no realicen acoso sexual callejero, sino que lo realizan en menor proporción. Existe la percepción de que estos hombres son enfermos mentales y tienen problemas psicológicos debido a una necesidad sexual insatisfecha.

En otro de los grupos focales que se realizó con hombres jóvenes, se identificó que el acoso sexual callejero es una problemática que también involucra a los hombres en tanto, para generarse y reproducirse, como para pensarse en las posibles soluciones. De igual forma se llegó a la determinación, por parte de los jóvenes, que el acoso sexual responde a un asunto cultural que se transfiere o enseña por generaciones, de los padres a los hijos, entre hermanos o entre amigos, ya que realizar el acoso a una mujer representa un dominio hacia ella, y un reconocimiento o admiración al hombre que lo realiza. En torno a ese discurso, se percibe una cierta legitimación y hasta normalización de la acción de acosar, ya que no se considera como algo agresivo o violento hacia las mujeres, sino una broma o un cortejo.

Dentro de las soluciones a este problema, los jóvenes destacaron el papel de instituciones como la escuela y la familia para promover una manera diferente de enfocar la sexualidad, haciendo hincapié en la necesidad de respetar a todas las mujeres y evitando su cosificación. En definitiva, se trata de generar una cultura menos machista que la actual.

Por su parte, las formas en que las mujeres reaccionan son muy diversas. Algunas optan por ignorar y continuar su camino, haciendo cuenta de que no pasó nada, y limitándose a intentar no salir solas o no transitar lugares solitarios por la noche. Otras, en cambio, miran mal al acosador, gritan improperios y muestran abiertamente su disconformidad. Y también están las que portan material de seguridad, como el tambo o el gas pimienta, o han realizado cursos de defensa personal, para reaccionar o sentirse más seguras y ser capaces de defenderse. A este respecto, cabe subrayar que el acoso sexual callejero lo viven muchas mujeres desde temprana edad.

En relación a la categoría de análisis de performatividad como resistencia, dentro del marco teórico, fue posible comprender que estas acciones de las mujeres, que responden y se enfrentan o agreden a los hombres que previamente las han violentado de manera física, verbal o simbólica. Son acciones de resistencia, que implican el cuestionamiento y la inconformidad con el orden social patriarcal, y se representa en un acto reiterativo de respuesta, ya que el acoso es algo que se da casi que a diario y de manera cotidiana, así que se responde a la previa agresión sufrida.

Tomando en consideración los testimonios y discursos recogidos, es indudable que el acoso sexual callejero se corresponde con un tipo de violencia contra la mujer, pues transgrede los límites de cada persona dejando la sensación de que la mujer no puede transitar, habitar y usar libre y tranquilamente el espacio público sin necesidad de ser morboseada, tocada o intimidada.

• Narcoturismo

En esta línea investigativa, hay que realizar una distinción previa entre los diversos tipos de turismo que se pueden encontrar en el lugar de estudio. A través de la observación participante y el diario de campo, se comprobó que en torno al Chorro de Quevedo y su área de influencia se hallan diferentes tipos de turismo y de turistas, los cuales tienen múltiples intereses a la hora de visitar el país y específicamente la ciudad de Bogotá. Se aprecia así que en esta zona específica de la capital existe una variada oferta turística, si bien sobresale la tendencia de aquellos visitantes en busca de la riqueza cultural de lugar y la vivencia de experiencias personales.

En tal sentido, se observó que el espacio histórico y patrimonial del Chorro de Quevedo no solamente ofrece una fachada turística respecto a su arquitectura, sino que su encanto fundamental se encuentra en el mosaico de personas que lo habitan. En medio de esa riqueza artística y cultural proliferan un turismo de ocio y compras. El propio entorno opera como punto de encuentro entre lo local y lo foráneo, posibilitando una gran libertad de interacción y socialización. No obstante, algunas de las entrevistas realizadas evidenciaron que, a pesar de lo antedicho, existe un fuerte desconocimiento de la zona y los vínculos creados entre el turista y el Chorro de Quevedo son muy débiles dada la corta duración de la estancia.

En relación al consumo de sustancias psicoactivas, se encuentra que el neotribalismo o la conformación de grupos de sentido se produce con base a intereses marcados dentro del desarrollo de las actividades de los turistas. Incluso estos mismos se conforman dentro del lugar en donde se hospedan, es decir, que lo que une a estas personas en sí, es la práctica turística. Pero, detrás de este aspecto circulan diversos tipos de intereses, unos mediados por el simple ocio y otros por la expectativa de compartir actividades y conocimientos artísticos y culturales.

Ahora bien, dentro de la conformación de estos grupos se encuentra que uno de los mediadores que facilita las relaciones, la interacción y que acompaña las actividades de encuentro como tertulias, fiestas, caminatas, entre otras son las sustancias psicoactivas. Allí, en este espacio se diferencian múltiples tipos de sustancias que son usadas en función de la ocasión y la intensidad del momento, ya que para la mayoría de turistas el acceso a las mismas es muy fácil y pueden ser conseguidas a cualquier hora y en muchos lugares en los que transitan. Por tanto, estas sustancias desempeñan un papel importante en el proceso mediador y la práctica turística de la plaza y sus calles aledañas.

5. CONCLUSIONES

El análisis efectuado en el presente artículo ha permitido mostrar que el Chorro de Quevedo es un espacio reducido en términos geográficos pero con un enorme interés para la investigación sociológica. Aunque las variables abordadas no agotan las posibilidades de estudio, sí suponen una aproximación exploratoria más que notable para poder comprender la complejidad de este particular entorno urbano.

A partir de elementos culturales tradicionales o premodernos en relación a los procesos de modernidad, se observó una hibridación cultural donde se interconectan significados, valores y prácticas. En este contexto, se profundizó en las dinámicas internas de un proceso cultural en el que lo arcaico se entremezcla con lo emergente en equilibrio con la trama urbana. De esta manera, en el Chorro es posible identificar un tipo de organización en cuanto espacio físico y social en el que predominan las prácticas de ocio y disfrute del tiempo libre.

Se produce en el lugar una acción moderna deslocalizada, por ejemplo, por parte de las instituciones distritales que inciden en los sujetos y prácticas o acciones localizadas, como la narración oral o cuentería. Así también es posible encontrar aspectos específicos de tipo premoderno, como el comercio de la chicha y las artesanías; sin embargo, estos aspectos también se pueden presentar como modernizados.

En el Chorro se construye identidad colectiva, se produce integración social a través de la acción, como espacio de aprendizaje y resistencia, el cual generaría capital social, principalmente a través de las prácticas culturales, pero también a través de una serie de relaciones y actividades económicas, lo que lo identificaría como un campo económico en el cual se intercambian una serie de bienes y se satisfacen necesidades.

En este intercambio existe una apropiación momentánea del espacio, generando una dinámica laboral alternativa, a través de la venta de artesanías, oferta gastronómica y las intervenciones artística. Esta oferta se mantiene y cuenta con un público determinado que encuentra en el Chorro un espacio de identidad particular, así también con instituciones que en algunas ocasiones ofrecen respaldo. Hay en este espacio una inversión de creatividad e innovación en los productos que allí se ofrecen. Se deja abierta la necesidad de indagar en las condiciones de seguridad y si este tipo de mercado posibilita el desarrollo local.

Los estudios del cuerpo como motivo de análisis sociopolítico en la creación artística, generan un campo emergente para la comprensión de distintos problemas contemporáneos en las ciencias sociales y las artes, haciendo de ello una reflexión corporal teórica y práctica permanente. Articulando múltiples reflexiones entre sociología del cuerpo, sociología del arte, sociología urbana y sociología política con otras disciplinas relacionadas a las artes escénicas y las nuevas teatralidades, podemos aproximarnos a la comprensión del cómo se derivan las prácticas artísticas como “experiencias políticas” en el territorio de lo urbano mediante el habitar, usar y apropiar como resultado de interacciones entre corporalidades/corporeidades y experiencias políticas a través del espacio urbano, desde el cual las prácticas sociales configuran sentidos de lugar desde el arte que mediante su accionar permite dibujar y contemplar el cuerpo como espacio de creación desde y para los artistas en la plaza del Chorro de Quevedo en Bogotá, es decir, la actuación de los cuerpos en su dimensión política como prácticas encarnadas en dicho espacio.

El acoso sexual callejero, que surge como un aspecto más en las relaciones de género y que en realidad resulta ser una forma de violencia hacia la mujer, es una práctica que se realiza desde determinados hombres a las mujeres en el Chorro. En la plaza, sus cuerpos resultan cosificados y víctimas de agresiones físicas, verbales y simbólicas. Algunas de las mujeres que han padecido formas de acoso sexual callejero han generado una reflexión e inconformidad ante la sociedad machista que no les permite hacer uso libre y tranquilo del espacio público, para lo cual se identificaron unas formas de defensa y estrategias que usan para responder ante este tipo de violencia de género, lo cual se denominó performatividad como resistencia, representando el acto constante y reiterativo de responder y protegerse de los acosadores. Se identifica que los acosadores son hombres de diferentes edades, ocupaciones y apariencias, a quienes les complace o parece gracioso intimidar, asustar y/o hacer sentir incómoda a las mujeres. El acoso sexual callejero es una forma de violencia que, ante la falta de legislación, puede llegar a estar legitimada por la sociedad bogotana. Esta cuestión debe ser abordada urgentemente desde todos los puntos de vista: jurídico, político y educativo.

Para finalizar, las drogas están presentes en la realidad cotidiana del Chorro. En la mayoría de los casos observados, se trata de un fenómeno asociado al turismo y la búsqueda de nuevas experiencias de ocio. Se aprecia, además, la existencia de grupos que se pueden considerar neotribales, en donde este tipo de sustancias funciona como mecanismo de cohesión, intercambio de intereses y generación de sentimiento de comunidad.

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Notas

1 Aprobado por la Vicerrectoría Académica General de la Universidad Santo Tomás-Colombia en la novena convocatoria FODEIN 2015 (Fomento, Desarrollo y Producción de Investigación de Alto Nivelen la Universidad Santo Tomás), se adjudicó en la modalidad de semilleros de investigación y fue ejecutado por estudiantes investigadores del semillero “Caleidoscopio: sociología, arte y cultura” de la Facultad de Sociología bajo la dirección del profesor Dr. Felipe Aliaga Sáez.
2 Definida entre las carreras 1 y 2 y las calles 12 b y 12 c de la ciudad de Bogotá.
3 Véase ponencia en ALAS Costa Rica 2015 en: https://www.youtube.com/watch?v=KNA9XBVGM_U
4 Ubicado en la Calle 14, Nº 12C-49, en la localidad de la Candelaria.
5 Esta práctica la hemos definido como un espectáculo abierto que ocurre en el espacio público, en el que distintas personas experimentan y/o expresar cierto tipo de emoción, mientras atienden a los cuenteros que narran y representan historias de su repertorio.
6 Actualmente en Colombia no existe la forma de denunciar estos actos, ya que el único proyecto de ley en relación a esta problemática es la ley 112 de 2014, que pretende castigar con 1 o 2 años de cárcel a quien realice tocamiento, roce o manoseo de las partes íntimas sin el consentimiento de otra persona, únicamente en el transporte público, por lo cual no se tiene en cuenta todos los otros espacio públicos que transitan y usan las mujeres, como lo es el Chorro de Quevedo.

Notas de autor

a Estudiante de último semestre de Sociología de la Universidad Santo Tomás de Colombia. Asesor de la Regional Bogotá de la Corporación Viva la Ciudadanía. Investigador del proyecto FODEIN 2016 “Diálogos culturales: etnografía municipio de Villa de Leyva, Colombia”. Obtuvo el premio al mejor estudiante investigador de la Universidad Santo Tomás 2015.
b Estudiante de último semestre de Sociología de la Universidad Santo Tomás de Colombia. Actualmente se encuentra en el proyecto de Maleta de Herramientas dirigido por el Observatorio en Contra del Acoso Callejero. Cuenta con una acción de formación del SENA de Fomento de los DDHH y el DIH en Colombia.
c Estudiante de último semestre de Sociología de la Universidad Santo Tomás de Colombia. Actual pasante profesional en la Fundación Escuelas de Paz. Investigadora del proyecto FODEIN 2016 “Diálogos culturales: etnografía municipio de Villa de Leyva, Colombia”. Miembro del comité organizador del XII Congreso Nacional de Estudiantes de Sociología en la ciudad de Bogotá.
d Estudiante de último semestre de Sociología de la Universidad Santo Tomás de Colombia. Investigadora del proyecto FODEIN 2016 “Diálogos culturales: etnografía municipio de Villa de Leyva, Colombia”.
e Doctor en sociología y procesos políticos contemporáneos. DEA en ciencia política por la Universidad de Santiago de Compostela (España). Sociólogo y licenciado en sociología por la Universidad de Concepción (Chile). Docente en la facultad de sociología de la Universidad Santo Tomás-Colombia. Investigador del grupo Conflictos Sociales, Género y Territorios.
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