El arte conceptual se consume en las llamas de la especulación

Baúl de bulos

Un tribunal de País desestimó la demanda del escultor francés Daniel Druet contra el polémico artista conceptual italiano Maurizio Cattelan

El arte conceptual se consume en las llamas de la especulación

El arte conceptual se consume en las llamas de la especulación

Martín Tognola

A principios de julio, un tribunal de País desestimó la demanda del escultor francés Daniel Druet contra el afamado y polémico artista conceptual italiano Maurizio Cattelan, con quien colaboraba. El motivo del contencioso es bastante sencillo. Cattelan le encargó en varias ocasiones, con unas instrucciones muy detalladas, unas figuras de cera que acabarían formado parte esencial de varias de sus obras más aclamadas.

En vista del éxito de Cattelan, a Druet se le ocurrió que a él también le correspondía le fuera reconocida sus valiosas aportaciones artísticas. De ahí la demanda que, de llegar a buen puerto, le habría proporcionado cinco millones de euros. Mas el tribunal falló en contra del reclamo de Druet.

Terremoto

De haberse fallado a favor de Daniel Druet, habrían proliferado las denuncias 

Ahora bien, de haberse fallado a favor del contrariado escultor, se habría producido un auténtico terremoto en el mundo del arte conceptual y muy probablemente una cadena de denuncias de ayudantes y colaboradores contra el artista conceptual de turno que les había contratado. Pero en vista de que el pobre Druet, además de no prosperar su demanda o cobrar los cinco millones que pedía, amén de ser condenado a pagar 20.000 euros al demandado, en adelante se lo pensarán dos veces otros en su lugar antes de interponer una querella por el estilo.

Lo más transcendente de este caso reside en que el fallo del tribunal asienta jurisprudencia, por vez primera, no sólo sobre lo que es arte conceptual, sino, también, sobre sus autores y sus límites. Conviene en este punto recordar que la exitosa carrera artística de Cattelan arrancó en 2019 al pegar éste un plátano con cinta adhesiva a la pared de una de las paredes de la feria Art Basel Miami, sólo para que fuera devorado por un performer a sueldo. La obra fue valorada en 120.000 dólares. Ahora bien, ¿cuánto debía haber cobrado el desconocido devorador del plátano (o el propio plátano)?, ¿debía figurar su nombre como coautor? La respuesta es negativa en ambos casos según sentencia del tribunal de Paris.

A finales de julio, el célebre artista británico Damien Hirst, que se hizo famoso en los años 90 exhibiendo animales muertos, sobre todo un tiburón tigre flotando inerte en un tanque lleno de formol, anunció su propósito de quemar, a partir del 9 de septiembre y por entregas diarias, miles de sus cuadros. Lo hará en su propia galería londinense. Ha bautizado el proyecto The Currency (moneda). Hirst, el artista más rico del Reino Unido, no sólo puede permitírselo, sino que seguro que saca tajada de tan singular al tiempo que banal iniciativa.

Uno de los grandes coleccionistas y promotores de arte conceptual en Gran Bretaña es el publicista Charles Saatchi. En 2004 un incendio devoró un centenar de las obras más importantes de su colección. En vez de lamentar tamaña pérdida, Saatchi se mostró indiferente, como si la cosa no fuera con él. Habrá nuevos artistas y nuevas oportunidades de convertir lo efímero en oro, debía de pensar, y así ha sido.

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Hirst, que debe a Saatchi gran parte de su fama y fortuna, asombrará al mundo en septiembre con su auto auto de fe conceptual. O quizás no. Todo tiene un límite. Así que, que se vaya preparando ese tribunal de París para, llegado el momento, decidir a quién pertenecen las cenizas de las obras quemadas de las pinturas de Hirst. O bien si se pueden considerar una obra de arte. En fin, cuán perdido anda el mundo del arte conceptual tan acostumbrado como está a dar gato por liebre y forrarse por el camino

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