Las caras detrás de la máscara de marimonda
Durante el año, los miembros de esta comparsa de tradición llevan vidas diferentes, pero en carnaval, con un brinco, todos se vuelven uno solo.
Con la máscara puesta, bailando al unísono, todos los miembros de las Marimondas del Barrio Abajo son iguales.
La precisión de sus pasos y su impecable presentación hacen de este mar de marimondas un placer para la vista, y sus 30 años en el Carnaval las han vuelto insignia de las fiestas del dios Momo.
Pero debajo de esa prominente nariz hay una variedad de rostros que llevan vidas tan variadas y diferentes como las decoraciones de sus chalecos.
Desde artistas, músicos y deportistas hasta abogados, políticos y empresarios, todos han encontrado en esta comparsa de tradición popular un lugar en donde disfrutar del Carnaval de primera mano.
Marimonda musical. “En las marimondas encontré la autenticidad del barranquillero”, cuenta Wilson Sotomayor Llanos, que empezó en 1996 a desfilar con el grupo y desde entonces no ha parado.
Lleva, como dice él, más de media vida dando brincos bajo la tutela de César Morales, conocido como Paragüita, fundador de las Marimondas del Barrio Abajo.
Criado entre el Barrio Abajo y Montecristo, lugar lleno de expresiones carnavaleras, Wilson probó en cumbiamba, monocucos y letanías antes de decidirse por las marimondas. “Me encontré con un ambiente lleno de alegría, que representa lo que es el barranquillero, con eso me identifiqué”.
Tan solo tres años luego de entrar al grupo se convirtió en capitán y hoy en día es coreógrafo del mismo.
Le cuesta describir lo que siente al presentarse con las marimondas. “Es una sensación que corre por todo el cuerpo; se identifica uno con Barranquilla, con uno mismo, con su Carnaval”.
Además de la emoción que siente cada vez que escucha los aplausos del público, esta comparsa le mostró su vocación de músico.
Gracias a la influencia de las marimondas y Paragüitas, se educó y ahora tiene su propio grupo musical, Takumbé, que ya goza de un nombre en la ciudad.
La empresaria enmascarada. Ana Cristina Larsen, gerente regional de Aviatur, llevaba unos siete años recorriendo la Vía 40 en Carnaval, pero más por trabajo que por diversión.
Estaba al frente de un grupo de invitados especiales del Éxito, pero el año pasado finalmente su papel en la Batalla de Flores cambió.
“Un grupo de amigos que iban a salir me invitaron a participar. Es totalmente diferente caminarla que estar sentada de espectadora en un palco. Son dos experiencias completamente distintas. Caminar la Batalla de Flores es vivir el Carnaval ciento por ciento”, confiesa esta mujer de negocios.
Cuenta que las marimondas le dieron la posibilidad de estar en contacto directo con la gente, una oportunidad que no se tiene de la misma manera en el resto del año.
“Fortaleces los vínculos con tus amigos, en tu grupo cada uno está pendiente del otro, se crea una camaradería muy especial. Además, te interrelacionas con personas que nunca te hubieses imaginado que ibas a hacerlo”.
Para ella, todos deben dar, alguna vez, ese paso, y vivir y gozar el Carnaval bajo el sol barranquillero.
Una marimonda cachaca. Juan Roberto González es la única marimonda del Barrio Abajo con un escudo de Millonarios en el chaleco.
Este autodenominado cachaco llegó a Barranquilla en 1999 y encontró el amor en una paisa criada en la Puerta de Oro de Colombia y amante del Carnaval. La primera fiesta del dios Momo que vivieron estando casados la disfrutaron desde los palcos, pero se quedó pensando qué se sentiría estar allá abajo bailando en la Vía 40.
Ambos tenían la intención y probaron en una cumbiamba, pero la poca habilidad en el baile de Juan Roberto, la cercanía de la Batalla de Flores y el costoso vestuario (que al siguiente año hubieran tenido que cambiar), los hizo intentar en las marimondas, por recomendación del director de la cumbiamba que les dijo que los esperaba el siguiente año.
“Cuando entramos a las marimondas vimos que ese grupo, más allá del desorden, tiene una gran mística, hay mucho esfuerzo y compañerismo. La primera regla fue ‘aquí no venimos a tomar, aquí venimos a divertir a la gente’”, cuenta Juan.
Eso fue en el 2011, y allí se quedaron. “Después de bajar la primera vez por la Vía 40, uno se queda marimonda”.
“Cuando salgo a bailar la gente me grita ‘cachaco’ pero con respeto, no he recibido el primer insulto. Hasta se toman fotos conmigo. Dicen ‘¡Hey, una marimonda cachaca!’”.
“Nos queremos mucho, nos apoyamos, cuidamos el disfraz. Uno siente el compromiso, el respeto y cariño por el grupo y el uniforme”.
El político-marimonda. Uno de los miembros más reconocidos de las Marimondas del Barrio Abajo es el exgobernador del Atlántico, Eduardo Verano De La Rosa. Y cómo no serlo si ha estado en el grupo desde sus inicios, cuando eran tan solo 60 parejas, en 1985.
Comparte cada año esta experiencia con su esposa, hijos y amigos, y para él, es la forma en que ayuda a conservar la tradición.“Es una experiencia supremamente gratificante porque es como un grupo de amigos que todos los años tiene una cita”. Y esa cita es el recorrido que nunca se pierde, y dice ya no recordar cómo se ve la Batalla de Flores desde un palco.
“Haber escogido un disfraz que no tenía ninguna elegancia y convertirlo en una comparsa de tradición con toda la rigurosidad del caso, es algo que requiere mucha disciplina. La gente se divierte, y creo que eso es parte de disfrutar y compartir el Carnaval”.
En su día a día, llevan vidas diferentes. Pero con la máscara de marimonda puesta, la máxima autoridad del departamento, un músico de profesión, un cachaco y una mujer de negocios, todos son iguales.
