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¿Un cucarrón para el almuerzo?

Expertos aseguran que los insectos son fuente de alimentación por su riqueza en nutrientes.

  • Si bien en el país se come el mojojoy, no es un insecto apto para su producción y distribución masiva. FOTO archivo

    Si bien en el país se come el mojojoy, no es un insecto apto para su producción y distribución masiva.

    FOTO archivo

06 de diciembre de 2022
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De pronto no le suena la idea de añadir en su alimentación a los insectos, pero se ha demostrado que benefician la salud. Según biólogos, como Miguel José Lengua, quien estudia biología en la U de A, se ha detectado un alto contenido de nutrientes en los insectos y funcionan como antioxidantes y tienen un componente llamado quitina que funciona como fibra en los humanos y en otros animales.

Son razones para considerar alimentarse con ellos y no tiene que ser el bicho entero, como hacen algunas comunidades de la Amazonía. Pueden ser productos transformados que ahora existen en Colombia como la harina de grillo (hecha por la empresa Arthrofood), que tiene un alto valor nutricional y ya está aprobada por el Invima.

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Además existe la leche que se hace con algunos aceites que provienen de los insectos y se licúan con agua, intentando obtener la mayor cantidad de vitaminas y proteínas.

En occidente hay barreras culturales para comer insectos porque son prácticas asociadas a costumbres malsanas, al primitivismo y a la pobreza, sin embargo, los insectos han estado presentes en la dieta de los humanos desde el inicio, dice la bióloga Juliana Cardona Duque, docente de la Facultad de Ciencias y Biotecnología del CES. “Hay hipótesis que plantean que la especie humana evolucionó alimentándose de insectos como una especie entomófoga”.

¿Cómo así?

La entomofagia es la ingesta de insectos como alimento para los humanos y son hábitos arraigados de culturas africanas, asiáticas, oceánicas y algunas partes de América. En China y Japón se comen muchos insectos y un prejuicio que se tiene es que son sociedades insalubres por estas prácticas, pero en realidad no. Son alternativas de alimentación por su alto contenido en nutrientes y proteínas y alrededor de 2.000 millones de personas de 102 países se alimentan de estos animales.

La docente Juliana explica que en Colombia son 60 especies de insectos documentados que comen algunas comunidades, más allá del mojojoy (larvas de escarabajos de la Amazonía) y las hormigas culonas de Santander, que son los más conocidos. Otros comestibles son especies de cucarrones, termitas, hormigas (no solo la santandereana) y abejas que suelen comérselas en el Amazonas. “Algunos por tradición se los comen vivos, pero eso es algo muy de costumbre. Existen productos transformados hechos a base de insectos”.

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Muchas de ellas se consumen en comunidades pequeñas, pero si se va a hablar de una producción más alta y estándar, es importante tener en cuenta que estos insectos deben ser criados en laboratorios en condiciones aptas. Además, para estandarizar su consumo es necesario hacer investigaciones sobre ellos porque es importante conocer su comportamiento en el organismo humano.

“No es recomendable que las personas los cojan de medios silvestres por el impacto que tendría en la fauna y la posibilidad de contraer enfermedades o ser alérgico”, dice Miguel José Lengua.

Este estudiante de biología sueña con añadir productos alimenticios a base de insectos en su emprendimiento “Alas y pistilos”, en el que vende regalos vivos de mariposas que cuando se desarrollan las personas pueden liberar. Por ahora está en el proceso legal porque debe tener una licencia ambiental que le otorgue los permisos de cultivar insectos en el Valle de Aburrá y Santander, territorios con clima variado donde pueden tener distintos tipos de insectos.

Los cultivos

La cría de los insectos es menos costosa que la del ganado, cerdos o peces, porque no necesitan mucho espacio ni comida, y tiene menos impactos medioambientales porque su producción no genera gases de efecto invernadero como es el caso del sector de la industria cárnica.

“La producción de insectos significa menos uso de energía y de agua”, dice Cardona. Es una alternativa para combatir el cambio climático o crisis como la hambruna, desnutrición y malnutrición. “Comunidades que se están muriendo de hambre podrían aprovechar algunos insectos que tienen para comérselos, pero no saben o tienen barreras culturales que no los deja ingerirlos”. Otra ventaja es que los productos deberían ser menos costosos porque el proceso sale más barato.

¿Comer insectos?

No se imagine comiéndose un bicho completo. Así se ha dado por tradición y en comunidades específicas, pero en realidad son muchos los alimentos a base de insectos que se pueden transformar en polvo y harina.

La docente Cardona explica que son barreras culturales y pensamientos que deben deconstruirse. Un dato es que los humanos ya consumen animales similares a los insectos como las langostas, langostinos y camarones. Esos son los artrópodos del mar, los de la tierra son los que se conocen como insectos.

Desde la nutrición se podrían plantear dietas funcionales basadas en ellos para tratar enfermedades específicas. Aunque los adultos ya tengan esas barreras mentales, los niños pueden crecer sin sentirse asqueados con ellos. “Es más fácil insertar estos hábitos en niños que adultos, hay que aprovechar para que se logren avances y crezcan con estas ventajas nutricionales”, precisa Cardona, quien es mamá y admite que le daría su hija alimentos a base de insectos.

El sufrimiento animal

Un gran tema de debate en la producción y consumo de insectos es el sufrimiento que ellos pueden sentir al ser sacrificados para el consumo humano. La docente explica que ellos sí sienten dolor.

Hay un mito y es que los insectos no tienen sistema nervioso, pero la docente, quien es especialista en algunos de ellos, dice que sí tienen células nerviosas y se genera un sufrimiento animal.

Para eso hay guías con técnicas de sacrificio y evitar el dolor, pero en términos crudos, es igual que el sufrimiento que siente una vaca o un cerdo. “Es distinto en un sentido de que el periodo para que un insecto muera es mucho menor que el de un vertebrado. Los últimos demoran más. Los procedimientos son distintos, pero en términos de sufrimiento animal no hay una virtud por encima de la otra”.

En algo que se ha pensado es en el confinamiento de estos insectos, así como se tienen en corrales a los cerdos y vacas. Ella señala que hay una ventaja porque existen insectos que tienen la característica de estar muy juntos (poca dispersión) y no se sentirán encerrados. Otros desarrollan todo su ciclo vital en un tronco y son pocos los centímetros que se pueden llegar a mover, entonces el espacio no es un problema como podría serlo en la industria cárnica. “Pueden vivir en espacios pequeños porque tienen capacidades y facultades distintas a los vertebrados”.

Algunos sí, otros no

Para Luis Antonio Marín, docente investigador del programa de Gastronomía y Culinaria de la Areandina, este tipo de modelos de alimentación son versátiles y tienen futuro en la alta producción. Dice que la moda ha marcado este negocio e insectos como el mojojoy y las hormigas culonas en realidad no son producciones sostenibles a gran escala porque no se reproducen fácilmente en cautiverio por condiciones específicas.

Mientras que los grillos son una buena alternativa de producción masiva porque es más fácil cultivarlos y cosecharlos. Ahora bien, esta es una industria que no existe todavía, y de hecho, salvo en comunidades muy específicas como la del Amazonas, es muy difícil tener un insecto para el almuerzo. Falta mucho por hacer, pese a los beneficios que ya se conocen.

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