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Así fue la conquista del Peñol, la gran piedra del Oriente

Historia de cómo se originó la Piedra de El Peñol, y de aquel optimista que osó escalarla por primera vez.

  • Así luce en la actualidad la Piedra del Peñol. Foto: CAMILO SUÁREZ
    Así luce en la actualidad la Piedra del Peñol. Foto: CAMILO SUÁREZ
  • Las primeras escaleras de madera para subir a la roca (1970). FOTO ARCHIVO
    Las primeras escaleras de madera para subir a la roca (1970). FOTO ARCHIVO
  • Las polémicas letras de la piedra (1993). FOTO ARCHIVO
    Las polémicas letras de la piedra (1993). FOTO ARCHIVO
13 de octubre de 2019
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Dos cosas son claras: no es un meteorito, como se puede llegar a pensar por su gran tamaño y su presencia en medio de prados y agua, y tampoco fue así siempre, sino que se formó en el Oriente antioqueño durante alrededor de 80 millones de años.

Los geólogos confirmaron ambas cosas. La génesis de la Piedra del Peñol está en las entrañas del planeta, explicó María Isabel Marín, doctora en ciencias de la Tierra y docente de la Universidad Eafit.

Al menos 10 municipios del Oriente están asentados sobre el batolito antioqueño, que según la experta es una formación producto del movimiento de placas tectónicas que generan una fusión, de la cual emerge material que se cristaliza. Luego, lo que vemos es apenas un lunar de un terreno rocoso con una extensión cercana a los 7.800 kilómetros cuadrados.

La Piedra del Peñol, con su fotografía actual y sus 220 metros de altura, es el resultado de la erosión que dejó a una pequeña puntita fuera de la superficie y no tiene más de 100.000 años. No es la única en el mundo (ver Paréntesis).

En lo que sí se diferencia es en que ninguna otra tiene escaleras incrustadas que permiten el acceso a su parte más alta. Al estar rodeada desde 1972 por un embalse, permite contemplar paisajes que catapultaron al lugar como un destino turístico.

Puede leer: ¿Es costoso el precio por subir a la Piedra del Peñol?

En esta historia el nombre de Luis Eduardo Villegas López (q.e.p.d) es fundamental. Al ser desafiado decidió escalar la roca con la que convivía desde niño y que luego terminó convirtiéndose en patrimonio de su familia. Pero eso lo veremos más adelante.

Una piedra en el camino

A lo largo de su milenaria historia también fue vista como un “estorbo” por el hombre, pero solo durante una insignificante parte de su existencia. Desde los tiempos de la Independencia (s. XIX) hasta la mitad del siglo pasado se la consideró un obstáculo a sortear en el camino entre las fincas de la zona.

Antes de la llegada de la civilización occidental, incluso la cultura indígena de los tahamíes, que habitó Antioquia desde hace más de 15.000 años hasta la conquista de los españoles, concibió la gran roca como un objeto de adoración. José Nevardo García, director del Museo Histórico El Peñol, reveló que en los alrededores se han hallado vestigios del siglo V y VI a. C.

Prospecciones arqueológicas permitieron encontrar basureros de los aborígenes y determinar que la piedra era un centro de rituales; García anotó que en lenguaje ancestral la formación geológica era conocida como “mojará” o “mojarrá”.

Cuando los colonizadores abrían rutas por el Oriente, indicó el historiador, el gran peñón servía como una especie de faro. Más tarde, para trazar el denominado Camino de Islitas (finales del s. XVIII) que iba desde Puerto Nare a Medellín, sería un referente de ubicación y los arrieros la llamarían “una piedra en el camino”.

El municipio de El Peñol tomó su nombre de esta roca y, señaló García, aunque está ubicada en otra jurisdicción (donde fue nombrada Peñón de Guatapé por acuerdo municipal), también hace parte de la identidad del pueblo y su historia, pues estas dos localidades se dividieron en 1811.

El conquistador

El historiador empírico Álvaro Idárraga, recordó que los terrenos donde está ubicado el peñón pertenecían al menos a tres familias y el terreno era una zona llena de rastrojos y monte durante la primera mitad del siglo XX.

Alrededor estaban la finca de los Franco, la de los Martínez y los Gallo, que tenían que dar largos rodeos para comunicarse entre sí.

Luis Eduardo Villegas López, contó Idárraga, veía la gran roca desde su infancia, trepado en un morro de la vereda Quebrada Arriba (Guatapé). Alguna vez su familia organizó un paseo con fiambres y pudo ir más allá de la simple contemplación al poder tocar la piedra.

Sin embargo, solo sería hasta 1954 cuando el párroco Alfonso Montoya Velásquez desafió al pueblo, que Villegas aceptaría el reto de llegar hasta la cima.

El sacerdote, relató Idárraga, calificó de cobardes a los guatapeños y les dijo que eran de la familia de los sapos porque no eran capaces de trepar la piedra y ubicar en lo más alto una cruz o un altar religioso.

Villegas animó a sus amigos Pedro Nel Ramírez y Ramón Díaz y emprendió la misión de conquistar la roca. La escalada se prolongó entre el lunes 12 de julio y el viernes 16 de julio, día de la Virgen del Carmen.

Los tres amigos subieron apoyados inicialmente con la ayuda de una escalera del templo que les facilitó el sacerdote, luego con cuñas de madera que incrustaban en la grieta natural que tiene la piedra, sobre la que existe la leyenda que es un arañazo que dejó el diablo cuando trató de llevársela.

Las primeras escaleras de madera para subir a la roca (1970). FOTO ARCHIVO
Las primeras escaleras de madera para subir a la roca (1970). FOTO ARCHIVO

En la última jornada, al caer la tarde, como si se tratara de su propia bandera ondearon una camiseta para saludar a quienes los veían desde abajo. En Guatapé, Villegas y sus cómplices de aventura fueron recibidos con una calle de honor. Al menos a los tres no podrían llamarlos cobardes nunca más porque habían coronado la cima que en miles de años ningún hombre se había animado a escalar.

En los años siguientes, el conquistador adquirió los terrenos aledaños al peñón y reforzó las escalas de madera, que duraron hasta la década de 1970 (cuando se remplazó el material por concreto) y sirvieron para que la gente pudiera, de manera más sencilla, emular la hazaña del 16 de julio.

Cuando el embalse llegó, en 1978, muy cerca a la piedra, el sitio comenzó a recibir muchos más visitantes y para ello la familia Villegas construyó una amplia infraestructura turística que, a día de hoy, recibe hasta 1.500 personas un fin de semana.

Letras inconvenientes

En 1988 ya se había levantado un kiosco en la cima. Ese año, en convenio con la alcaldía se acordó pintar con letras de 30 metros de largo el nombre de Guatapé, pero no habían terminado de pintar la U y la obra fue interrumpida por el entonces gobernador Antonio Roldán Betancur.

El historiador García relató que el contrato para hacer el letrero fue por seis millones de pesos, pero apoyado en la Ley 23 de 1973, que prohibe pintar formaciones naturales, el mandatario logró frenarlo.

Las polémicas letras de la piedra (1993). FOTO ARCHIVO
Las polémicas letras de la piedra (1993). FOTO ARCHIVO

El hecho, aunque no hay documentos formales de la administración, también causó molestia en la comunidad de El Peñol, pues vieron como una afrenta que el letrero se pintara en dirección hacia su municipio.

Con el tiempo, tanto la G y la I se han ido borrando de la piedra; aún así, hay quienes se confunden y creen que se trata de un 61. Alguna vez, contó García, una señora le comentó: “Si así es la 61, cómo serán las otras 60”.

Sobre el gran peñón se han construido numerosos mitos, como que el Viernes Santo salen cerdos de oro de la grieta. Más allá de la fantasía, la piedra es un ícono que hace parte de la tradición cultural de Guatapé y El Peñol sobre el que se escribe, se pinta, se canta y se sueña.

Así es la vista desde lo alto de la gran roca:

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