Builes M., Bedoya M.
La familia contemporánea:
relatos de resiliencia y salud mental
María Victoria Builes Correa1
Mauricio Bedoya Hernández2
Resumen
Objetivo: Acercarse al problema de la promoción de la salud mental en la experiencia familiar.
Método: Se parte de la concepción clásica de familia, donde aparece como central la noción
de estructura, representada por los conceptos de tipología y funcionamiento familiar. Se
propone ampliar la idea de familia a la luz de los cambios que ha experimentado y de los
planteamientos provenientes de la posmodernidad. Se postulan tres hipótesis que guían el
abordaje al problema estudiado. Conclusiones: Se critica el sustrato estructural en la concepción de familia y se propone que esta sea pensada como configuración. Al mismo tiempo,
se asimila la configuración familiar con el concepto de resiliencia familiar y se postula que
en esto radican las posibilidades de promoción de la salud mental no sólo para la familia,
sino para los sujetos que la componen.
Palabras clave: familia, resiliencia familiar, salud mental.
Title: The Contemporary Family: Accounts of Resilience and Mental Health
Abstract
Objectives: To study the promotion of mental health at the family core. Methods: The starting
point is the classical conception of family, in which the notion of structure plays a central role
and it is represented by the concepts of typology and family functioning. We suggest that the
concept of family should be extended in the light of the changes it has undergone and of several
post-modern approaches. Five hypotheses were postulated to guide the proposed approach.
Conclusions: The structural substrate in the conception of family is criticized. Instead, we
propose that the family should be thought of as a configuration, which is in turn assimilated
to family resilience. We postulate that it is this assimilation which offers the possibilities for
mental health promotion for both the family and each one of its members.
Key words: Family, resilience, mental health.
1
2
Médica psiquiatra. Terapeuta familiar, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
Coordinadora de la Especialización en Terapia Familiar, Departamento de Psiquiatría,
Universidad de Antioquia.
Psicólogo. Magíster en Psicología, Universidad de San Buenaventura, Medellín, Colombia. Docente de la Universidad de San Buenaventura y de la Fundación Universitaria
Luis Amigó, Medellín, Colombia.
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La familia contemporánea: relatos de resiliencia y salud mental
Introducción
Con la posmodernidad no sólo
han cambiado las ideas referentes
al arte, a la arquitectura, sino a las
ciencias sociales y humanas. ¿Qué
impacto tiene en la familia contemporánea? En razón de ello, es precisa una aproximación a los cambios
que ha experimentado la familia,
intentando descifrar los sentidos
que conllevan y las narraciones que
de este proceso van emergiendo.
Se propone llevar a cabo una
lectura no estructural, sino narrativa, de la situación actual de la
familia. En este sentido, los autores
del presente escrito proponen la
idea de configuraciones familiares
en términos narrativos, a partir
de la rica noción ricoeuriana de
configuración. ¿Qué implicaciones
tiene esto para la familia? ¿Cómo
pensar a la familia contemporánea
como promotora de salud mental?
La familia se configura y así se torna
resiliente. ¿Cómo lo hace?
Se plantean algunas hipótesis
a lo largo del artículo, derivadas de
los cambios contemporáneos en la
concepción de familia, y se postulan
sus consecuencias para la promoción de la salud mental.
de producción y comunicación, políticas estatales y mundiales, entre otros
(1,2). Alimentadas de esta visión, las
perspectivas contemporáneas caracterizan a la familia por su diversidad
de sus formas, relatos y creencias. Por
esto, hoy no pareciera posible hablar
de la familia, sino de las familias,
conformadas por personas que pueden o no convivir en el mismo lugar,
conectadas fundamentalmente por lazos afectivos de cuidado y protección,
mediados por el lenguaje, además de
lazos consanguíneos o legales (3).
Los nuevos relatos de familia
La posmodernidad ha cuestionado las ideas de naturaleza humana,
fundamentación última y estructura
única del mundo de la vida (4-8), lo
cual concuerda con lo ya expuesto
acerca de la no existencia de la familia, venida de poderes divinos o
naturales, ajenos al hombre. Existen
las familias, sistemas relacionales
que se narran a sí mismos y se construyen. La familia ha ido cambiando
como correlato de su inscripción en
la cultura, también cambiante. Se
comentan algunos de sus cambios
más significativos en la vivencia.
De lo público a lo privado en la
vivencia familiar
Noción de familia
La familia se ha concebido como
un sistema relacional con características propias y como un subsistema
social en permanente relación coevolutiva con otros sistemas sociales:
comunidad, país, economía, medios
Antes, la familia era un sistema
público (9). Desde el púlpito se la
regulaba, y la autoridad podía ser
impartida no sólo por el padre, sino
por los familiares (como tíos, abuelos o padrinos). Sin embargo, las
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exigencias propias del capitalismo y
la vida anónima de las ciudades ha
ido haciendo de la familia contemporánea un sistema privado, en el
cual hay mayor intimidad. Con ello
se han afianzado los vínculos entre
los miembros de la familia y se ha
centrado a los padres en su función
socializadora y afectiva (10).
De la inclusión de los sujetos en la
vivencia familiar
La vida de las familias clásicamente giró alrededor del grupo social,
no de los sujetos miembros. Parecía
que el bienestar individual importaba
menos que el general y que la presencia subjetiva era vivenciada con
alguna indiferencia. Hoy, las familias
tienden a centrarse en sus sujetos y
a considerar sus aspiraciones, necesidades y pasiones como criterio
de acción familiar (11). Se estimula
la palabra de cada sujeto. Así, como
se ha citado en Gadamer, en el conversar cada sujeto es captado como
alter (6,12,13). El medio que permite
ser captado es el lenguaje.
Ser captado: fuente de salud
mental familiar
El cambio que se acaba de enunciar resulta ser una expresión de la
emergencia de la alteridad (12,13) en
la vida familiar, de la recuperación
del sujeto en ella, de su captación.
Ser captado es ser reconocido en la
diferencia, lo que hace posible entender los significados y los sentidos
de las interacciones, porque tienen
cabida las diferencias y las discrepancias (11).
346
Una familia donde cada miembro se siente captado, reconocido
como alter, es más propensa al
tránsito de climas emocionales de
bienestar, donde las diferencias son
vividas desde un lugar menos amenazante. En última instancia, el ser
captado propicia ambientes de salud
mental (11); en cambio, los padres
sobreprotectores o tiranos no logran
captar a sus hijos, pues los localiza
en el lugar de la discapacidad y les
limita sus posibilidades de subjetivación (14,15).
Nuevos relatos sobre la norma en
la experiencia familiar
La familia tenía estrictas ataduras que la unían con las generaciones pasadas y futuras. En su vida
diaria, la gente debía mantenerse
muy unida a la historia familiar, por
lo cual debían honrar a los antepasados y a las leyes ancestrales que
le daban piso a la vida familiar (9).
Así, los miembros de la familia eran
objetos destinatarios de la norma.
Hoy, estas ataduras se han ido aligerando. Cada miembro ha pasado
de ser destinatario a interlocutor
en la construcción normativa. El
sentimiento y la comunicación se
tornaron en elementos reguladores
de los intercambios familiares, con
positivas consecuencias para el clima familiar y su salud mental.
La primacía del lenguaje y la comunicación en la experiencia familia
Unido al hecho de ser captados, la familia requiere que todos
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sus miembros sean considerados
interlocutores válidos en el proceso
comunicativo (16,17), en todas sus
posibilidades lingüísticas. Esto conlleva la pérdida del temor acerca de
la expresividad y la crítica dentro
de la familia y la promoción de su
potencialidad argumentativa.
Del nuevo concepto de educar en la
vida familiar
En la actualidad, el amor, el afecto, la cercanía y la relación se proponen como pilares del acontecimiento
familiar. Lipovetsky (18) critica los
discursos en los que la educación
legítima incluye disciplina estricta,
donde escuchar a los hijos alienta
su tiranía e ingratitud futura y donde
hay que demostrar autoridad si se
quieren forjar caracteres templados,
aptos para afrontar las dificultades de
la vida. La educación se ha centrado
en el reconocimiento de cada sujeto en
la familia, en su promoción humana
y estética, lo que supone prácticas
nuevas, centradas en el respeto, en
el amor y en la relación.
De la pareja parental al vínculo
conyugal
El cambio es revolucionario.
Ahora lo que potencia la vida de
pareja no es la realización de ideales
normativos procedentes de fuentes
no humanas, sino la vivencia del
amor y el bienestar de cada miembro de la pareja que conforma la
relación. Ya la pareja no vale en
cuanto su ser de padres, sino en
función de su rol de esposos.
Los cambios a los que se ha
visto llevada la familia contemporánea hablan, como se indicará más
adelante, de su capacidad resiliente
para afrontar su vida cotidiana, sus
adversidades y crisis, y de la forma
como esta aportará en la promoción
de la salud mental familiar. A partir de
estos cambios se desprenden algunas hipótesis que se explicitan a
continuación.
Primera hipótesis: el lugar de la
familia en la constitución de la sociedad. Con la posmodernidad, como
sostienen algunos autores (4,6,1921), se ha pasado de una ontología
fundamentada y metafísica, en la
cual las ideas de historia única y
universal y de núcleo metafísico del
ser ofrecían el fundamento último
para la comprensión del mundo, a
una ontología del acontecimiento,
donde el mundo es una construcción
lingüística, discursiva e intersubjetiva; donde no es posible razonar
bajo modelos nucleares, y, más aún,
donde lo social, al ser construido discursivamente, se hace historia en devenir. De este modo, si bien es posible
hallar interlocutores que construyen
discursivamente el mundo social (22)
(como la familia), cada uno de ellos
ocupa un lugar, no el lugar privilegiado y menos aún nuclear.
Al establecerse una disensión
respecto de la tradición que localiza
a la familia como el núcleo de la sociedad (23,24), se plantea la siguiente
hipótesis: la familia no es el núcleo
de la sociedad, sino solamente uno
de sus componentes. Lo que ocurre
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en un sistema afecta necesariamente
a otros. Es imposible hablar de la familia como nucleador social. Ella no
puede ser el núcleo alrededor del cual
emerge la sociedad, sino, de acuerdo
con Gadamer, uno de los horizontes
(25,26) de su constitución.
La alternativa a la idea nuclearizante de alrededor de, que ha llevado
a la familia a ser culpada de los males
sociales, viene representada por el a
partir de la relación, que resulta ser
un horizonte desde donde se consolida lo social, es decir, una perspectiva,
no un núcleo. Así, la familia destraba
su dinámica y se puede preguntar por
los lugares que ha elegido para existir
y ser, por los entramados de sentido
que ha construido y por las relaciones que han nutrido su devenir en sí y
su devenir social. En otras palabras,
el devenir horizonte dinamiza todo el
proceso familiar.
De los cambios en la familia
contemporánea a las nuevas
tipologías familiares
Pueden identificarse dos clases
de estructura en la familia: la interna
y la externa (27). Se denomina tipología familiar a la estructura externa,
y está determinada por los sujetos
que conforman la familia en función
de sus “lazos de filiación, parentesco, afinidad o afecto”. A su vez, se
denomina funcionamiento familiar a
la estructura interna, representada
por las relaciones en su interior, así
como por el manejo del poder, reglas
y roles, jerarquías y límites dentro
de un sistema (28). Permite llevar a
348
cabo el balance entre los recursos de
las familias y las demandas o crisis
a las cuales se enfrenta a lo largo de
su ciclo vital (2).
La estructura interna y la externa se correlacionan: “los cambios en
la composición familiar afectan el
funcionamiento del sistema familiar
en su estructura interna o invisible,
es decir, en la forma como se establece el vínculo emocional entre
los miembros de la familia” (27). No
puede hablarse de familia única,
ni estática; existen, más bien, tipologías múltiples e inestables que
en un proceso de evolución se van
haciendo a las nuevas exigencias de
su universo social y cultural (29).
Toda tipología familiar emerge
de un contexto sociocultural (30). En
las tipologías tradicionales –nuclear,
extensa, ampliada, monoparental–,
el vínculo más importante es el consanguíneo (31,32). Al lado de ellas
han ido surgiendo otras nuevas:
familia simultánea (mixta, simple
y compleja), familia adoptiva y homosexual, familia elegida, familia
unipersonal, díada conyugal, unidad
doméstica, familia de procreación
in vitro, entre otras (33,34). Estas
nuevas tipologías emergen de los
complejos cambios socioculturales;
de fenómenos como la violencia, el
desplazamiento o la migración a las
grandes urbes; de las reivindicaciones sociales de comunidades como
la homosexual, o de los avances en
la biotecnología.
Quizá sea posible reconocer un
aspecto que subyace a la emergencia de todas estas tipologías: las
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elecciones subjetivas. Los sujetos
conforman familia y eligen con
quién convivir y cómo hacerlo. De
esta manera, si bien las familias clásicas se conformaban bajo el criterio
consanguíneo-legal, el criterio relacional-emocional aparece también
como conformador de experiencias
familiares. Hoy, la familia también
se elige en función de los aspectos
emocionales y del proyecto vital de
los sujetos (27,35).
Segunda hipótesis: la despatologización de los tipos familiares.
Las transformaciones en las tipologías familiares se convierten en
fuente de posibilidad y de riesgo.
La significación que la familia y la
sociedad puedan dar a estas transformaciones introduce historias de
posibilidades o limitaciones.
Al no hablar de la familia, sino
de las familias, se reconoce que ya
no recorre un hilo histórico único y
que no va más la pregunta por lo que
ella debería ser. En su lugar, existen
los relatos de familia, las historias de
cada una, su verdad en devenir, nunca acabada ni universal. La familia
es una construcción realizada en un
contexto sociocultural particular. No
puede hablarse de familia ideal. Esto
concuerda con la concepción de posmodernidad como el fin de los grandes metarrelatos (6,7), de Lyotard, y
de la fundamentación metafísica de
la vida (6), de Vattimo.
En este sentido, se abren posibilidades de narración para cada
familia y de subjetivación para sus
miembros no desde un deber ser,
sino desde el mundo de la vida del
ser humano. Los ideales de familia
emergen a partir del mundo de la
vida de cada sujeto y su familia. Así,
vista la familia, ¿cuándo puede decirse que una familia es patológica?,
¿qué es una familia disfuncional?
Esto logra el tránsito a lo que los
autores del presente artículo han
denominado hipótesis de la despatologización de los tipos familiares.
Las diversas tipologías familiares en sí no son patológicas o disfuncionales. Clásicamente se han
visto algunas de ellas patológicamente. Ello se explica por el hecho
de que la familia siempre fue vista,
con antelación a la denominada
posmodernidad, bajo la lente del
esencialismo universalizante religioso, racionalista, etc. Y cuando la
familia no se ajustaba a los moldes
impuestos por esta lente, se la tildaba de mala familia, disfuncional
y hasta psicopatológica. Al introducir una nueva manera de ver a la
familia, la visión que la patologiza
desaparece. No obstante, es preciso
preguntarse por las condiciones
que promueven el sufrimiento y la
angustia en la vivencia familiar y
subjetiva dentro de ella.
Lo cierto es que cualquier familia puede padecer, puede sufrir en
función de cómo sus integrantes se
relacionan, se comunican y de los relatos de familia construidos por ella.
De esta manera, su bienestar y sus
miembros se asocian con sus formas
de relacionarse y narrarse. Como corolario, ninguna de las tipologías en
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sí mismas podría asegurar la competencia interna de las familias. Su
bienestar procede, más bien, de los
relatos tejidos por los sujetos que las
integran, de las conversaciones que
permiten construir su historia.
Aparece como necesidad la
priorización del mundo lingüístico y
comunicativo en el interior de las familias: mensajes claros, promoción
de la palabra de todos, construcción
de acuerdos, reconocimiento de la
diversidad de significados que el lenguaje trae consigo, etc. El lenguaje
familiar, dada su riqueza hermenéutica, puede ser vivido como amenaza
o como manifestación de la riqueza
del mundo interior de cada sujeto.
De la estructura a la configuración
narrativa en los nuevos relatos
sobre familia
Las tipologías y el funcionamiento familiar se refieren a su dimensión
estructural. Desde muchos ámbitos,
aparte del ya citado en Vattimo, se ha
criticado el estructuralismo, porque
borra al sujeto y lo deja sin historia
(6,21,36,37). En cuanto, como se ha
indicado, el mundo social sea una
construcción lingüística y narrativa,
se propone atenuar el razonamiento
estructural de la familia y leerla narrativamente. Esto introduce la idea
de que la familia se configura en el
relato que ella construye de sí.
Para Ricoeur (38-40), configurarse es construir una trama, una
historia que integre lo concordante
(los aspectos normativos de la experiencia familiar) y lo discordante (el
350
acontecimiento, lo que irrumpe, lo
no normativo, las crisis). Tramar o
poner en intriga permite sintetizar lo
heterogéneo e incluirlo en la historia
contada, narrada.
La familia realiza una labor configurativa, dado que cada una de ellas
se narra, construyendo su propia
historia a partir de su vivencia cotidiana. Los miembros de la familia, en
cuanto incluidos como sujetos alter,
configuran la trama familiar cuando
cada uno es, pero gracias a la presencia del otro que lo hace ser.
Como se ha mencionado, si bien
las familias no son en sí mismas
patológicas, sí están sometidas a experiencias de sufrimiento, las cuales,
siguiendo con el presente razonamiento, provienen de la historia tejida por ellas, de sus formas de narrarse, de su configuración. Lo anterior
desempeña un papel preponderante
en la manera como la familia se relaciona, conversa y se comunica; en
cómo se regula mediante acuerdos,
reglas y roles, y en cómo modula la
cercanía o distancia y hace frente a
las dificultades cotidianas.
La concepción narrativa de la
vivencia familiar, al reconocer que
la familia se configura, advierte que
esta se refigura continuamente. Esto
permite entender que la historia de
la familia siempre es una historia
en devenir, nunca acabada, lo que
le resulta esperanzador, así como
para los sujetos de que se compone.
Las prácticas metacomunicacionales
–en las cuales las familias hablan de
cómo se están narrando– pueden ge-
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La familia contemporánea: relatos de resiliencia y salud mental
nerar nuevas comprensiones frente a
las diferencias, las crisis esperadas o
normativas dentro de su ciclo vital y
las no esperadas o no normativas.
Se presume que las familias
metacomunicativas tienen mayores
posibilidades de afrontar los conflictos y salir fortalecidas de ellos.
Precisamente en esto se inscriben
sus posibilidades resilientes.
Conclusiones: trazas de salud
mental en la familia
La familia es promotora de la
salud o de la enfermedad mental
de sus miembros. Los modelos de
familia emergidos de la modernidad
la condenan porque, al proponer un
ideal metafísico de familia, borran
a los sujetos que la componen y
ponen el relieve en sus aspectos
negativos y disfuncionales. La familia, pensada como configuración
narrativa, indica que los sujetos
se captan e incluyen en los relatos
familiares configuradores de su
historia. Esta perspectiva podría
ofrecer posibilidades humanas y de
salud mental para ella y cada uno
de sus miembros. Se realizará un
acercamiento a algunos aspectos
decisivos en dicha promoción.
Tercera hipótesis: metacomunicación como resiliencia familiar. Por
resiliencia se entiende la resistencia
a los conflictos, el salir airoso de la
adversidad (41,42). Es un proceso
dinámico donde interactúan recíprocamente los niveles subjetivo e
intersubjetivo. En general, habla del
estado de salud mental del sujeto
y del colectivo, en cuanto devela el
potencial humano y la capacidad de
sobreponerse a la adversidad.
La resiliencia familiar, es decir,
la capacidad de la familia para salir
bien librada y fortalecida frente a la
adversidad (35), no es un estado que
se tiene; se teje relacional y narrativamente con otros (3). Se ha postulado que las familias cuyas prácticas
comunicativas son conversadas
–familias metacomunicativas– son
más resilientes que aquellas que no
llevan a cabo dichas prácticas.
En lugar de privilegiar la patología y la disfunción, el razonamiento
narrativo descubre en la noción de
resiliencia familiar las posibilidades
de autorrestauración y crecimiento
en la adversidad, porque promueve
una serie de capacidades comunicacionales que permite compartir
creencias y narrativas; fomentar
sentimientos de coherencia, colaboración, eficacia, confianza, y
afrontar las dificultades. Vista de
esta forma, la resiliencia familiar
es un potencial refigurador de las
historias familiares.
Las posibilidades de salud mental presentes en la resiliencia familiar
aluden al ser captados, ser reconocidos como sujetos dentro del grupo
familiar. Esto se puede expresar,
entre otras cosas, por actitudes que
revelen apoyo emocional; por relatos que evidencien percepciones del
mundo y significados compartidos
alrededor de situaciones adversas,
donde los protagonistas puedan salir
dignificados, y por capacidades para
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evaluar lo nuevo como posibilidad de
aprendizaje, de suscitar control en lo
que aparentemente no lo tiene y de
experimentar esperanza cuando a
veces esta aparece opacada.
De la moral de los actos a la ética
relacional y comunicativa
La resiliencia familiar supone
que cada miembro de la familia sea
captado, sea reconocido como sujeto, como interlocutor válido, como
alter. Las dos dimensiones básicas
de la resiliencia familiar son la narrativa y la intersubjetiva. Por ello, si
antes la labor de la familia se centraba en el disciplinamiento moral de
sus integrantes, hoy se centra en su
disciplinamiento afectivo, relacional
y comunicativo. El fundamento de la
formación ética era metafísico: los
hijos debían seguir, sin discusión,
el mandato ancestral encarnado en
los padres, quienes a su vez poca
cuenta podían dar de él. El disenso
era acallado. La comunicación era
jerárquica y asimétrica.
En tanto la familia contemporánea es pensada como experiencia
narrativa e intersubjetiva, la ética
promovida en ella es la ética de la
relacional y comunicativa, asimilada
por Lipovetsky al individualismo
responsable. El proceso educativo
consistirá en formar sujetos capaces de captar al otro y metacomunicarse; sujetos con actitudes que
les permitan construir relacionales
familiares y sociales que los hagan
más personas a ellos y a los otros.
352
Esto posibilitará la inclusión y pertenencia de todos en la familia, lo
que se tornará promotor de salud
mental familiar.
La familia y la lectura de sí
Cuando la familia tradicional
sustentaba en la autoridad y en la
tradición su devenir normativo, no
era preciso que ella se pensara. De
hecho, pensarse significaba atentar
contra el status quo. Ella no tenía
por qué leerse. En la medida en que
la familia contemporánea es configuración, es imperativo que pueda
leerse, para que sea capaz de contribuir a su propia configuración.
El presente escrito propone que
leerse es poder conversar acerca de
su propia dinámica. Leerse es metacomunicarse, es decir, refigurarse.
Ello exige no solamente el deseo de
saber de sí por parte de la familia,
sino las herramientas y estrategias
para ello. Cada familia podrá configurar sus propios recursos de lectura.
La lectura familiar es lectura de
la historia tejida dentro del grupo.
Esto le permite a los sujetos que
componen la familia aprender a leer
su vida y relaciones, sus crisis individuales e intersubjetivas, las situaciones dolorosas que los atraviesan.
Cuando los canales comunicativos
se han cerrado y la familia no puede leer, leerse y construir acuerdos
ligüísticamente mediados, se introduce un quantum de sufrimiento y
dolor familiar
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La familia contemporánea: relatos de resiliencia y salud mental
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Recibido para evaluación: 23 de julio de 2007
Aceptado para publicación: 20 de junio de 2008
Correspondencia
Mauricio Bedoya Hernández
Universidad de San Buenaventura
Calle 45 No. 61-40
Medellín, Colombia
mauro_bedo@yahoo.es
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Rev. Colomb. Psiquiat., vol. 37 / No. 3 / 2008