'El Rey Mono v.1', las raíces de Goku

Si, como yo, sois de los que no os contentáis con leer cómics sino que, llegado el momento, habéis sentido la necesidad imperiosa de leer SOBRE cómics, seguro que sabéis sobradamente que, crisol de muchas influencias, en la creación de ‘Dragonball‘ de Akira Toriyama influyó sobremanera en el mangaka ‘Viaje al oeste‘, una de las cuatro novelas grandiosas de la literatura clásica china que, entre otros, cuenta con un personaje con cara de mono que tiene habilidades sobrenaturales en las artes marciales, es capaz de ir volando a cualquier sitio montado en una nube mágica y cuenta con un bastón también mágico que puede agrandar o encoger a voluntad. Además, por si eso no supusieran similitudes suficientes para con la creación de Toriyama, dicho simio es conocido en la cultura japonesa como Son Goku, el nombre con el que el mangaka bautizará a su Saiyan. Así las cosas, resulta todo un gustazo poder asomarse ahora, gracias a la edición española de Yermo, a este primer volumen de ‘El Rey Mono‘ que, adaptando de manera libre partes de ‘Viaje al oeste’, se centra, al contrario que ésta, no en el monje budista Xuanzang, sino en el mono que se convertirá en su discípulo y que, en la novela original, no aparece hasta el capítulo 13.

Dándole muchísimo más trasfondo del que tiene en el citado pilar de la cultura China, lo que Chaiko hace aquí es construir la historia del Rey Mono desde cero, partiendo de mucho antes de que su camino se cruce con Xuanzang para dar un trasfondo mucho más amplio acerca de la estrambótica personalidad de un simio tremendamente arribista que desafía hasta a los mismísimos dioses con tal de hacerse el más fuerte y el más venerado. El acierto de Chaiko —bueno, uno de muchos— es tratar todo el conjunto con un humor que, valor permanente durante toda la lectura, resulta puntualmente hilarante por la manera en la que el autor describe el descaro, desparpajo y «poquísima vergüenza» del simio protagonista. Un humor que, llegado el momento, cuando por fin aparece Xuanzang, queda incluso más potenciado que hasta entonces por el fuerte contraste que se produce entre la enérgica personalidad del Rey Mono y la actitud calmada y pacífica de su inesperado maestro.

Y todo ello arropado por un estilo de dibujo soberbio que nos descubre a un autor hasta ahora desconocido pero al que, huelga decir, seguiremos la pista a partir de ahora: rápido y ágil como el protagonista, el trazo de Chaiko sirve a las mil maravillas al ritmo de la acción y sus caricaturescas formas respaldan sobremanera el tono desenfadado que caracteriza a todo el conjunto. A lo adecuado del trazo hay que añadir, además, una forma de dar el color que se nos antoja maravillosa en su sutileza y su veleidad, tratando el artista cada plancha como si de hubiera tenido que colorearla sobre una delicada seda y cualquier abuso de tintura pudiera arruinarla. El resultado, como decimos, es de una cualidad etérea que sienta como un guante a la ambientación China del relato y que, por supuesto, deja el pabellón muy alto para un volumen dos que esperamos con muchas ganas.