El novillero mexicano Diego San Román conquista Cañaveralejo

Cali (Colombia), 26 dic (EFE).- El mexicano Diego San Román se convirtió este jueves en el gran triunfador del primer festejo de la Feria de Cali, al cortar una oreja y cosechar ovación en sus dos turnos en la plaza de Cañaveralejo.

El local Gitanillo de América cortó un apéndice, mientras su paisano Juan Sebastián Hernández se fue en blanco. Los novillos toros de Alhama, bien presentados y desiguales de comportamiento.

FICHA DEL FESTEJO

Seis novillos toros de Alhama.

Gitanillo de América: Espadazo y oreja. Y división de opiniones, luego de dos pinchazos y entera.

Diego San Román: Dos pinchazos y dos intentos de descabello. Ovación. Oreja, luego de pinchazo y estocadón.

Juan Sebastián Hernández: Espada baja y silencio. Espada y palmas Titulo:

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DIEGO SAN ROMÁN ASUSTA AL MIEDO EN CAÑAVERALEJO

Al todo o nada, el novillero mexicano Diego San Román se jugó entero en la novillada de la Feria de Cali para cosechar una oreja y una ovación en su estreno en este ruedo.

Aunque más allá de eso, se hizo a un lugar para una nueva oportunidad en el renovado albero de esta capital del suroeste colombiano.

Un encierro serio y bien presentado de Alhama tropezó con el piso en mal estado, lo que terminó por influir en su rendimiento. Aparte de algunas complicaciones que sacaron los ejemplares.

La tarde inicio con un primero serio por delante y con ímpetus de salida, al que Gitanillo de América supo plantear una faena con la que resolvió retos y alguno que otro problema.

Así pudo mantenerse al mando de la lidia. Con el temple a media altura y el adecuado manejo de los tiempos como efectivas fórmulas. Espada certera y oreja.

Enseguida, Diego San Román dio lecciones de variedad con el capote, y de sitio y valor con la muleta. El novillo, bien presentado como todo el encierro, se quedó corto en los viajes, pero ahí estuvo el mexicano para extenderlos y dejar más que grata impresión. Ovación.

El tercero no tuvo fuerza y sucumbió todo el tiempo. Juan Sebastián Hernández quiso pero no había de dónde, aparte de un buen ramillete de naturales. Espada baja. Silencio.

El segundo, y último capítulo de la tarde, encontró como inicio el bonito cuarto, en el que parecieron abundar opciones fruto de sus hechuras. Pero esas posibilidades se difuminaron entre la escasa comunión entre toro y torero, y las irregulares condiciones del piso de la nueva Cañaveralejo. División de opiniones.

Y sobrevino en el quinto el valor en mayúsculas de Diego San Román para trepar la emoción a los altos de la plaza. Un arrimón de esos de colección. Pero además obligando a las embestidas del de Alhama, retrechero para ir a los cites, primero, y luego obligado ante la persistencia del hecho y cuajado aspirante manito. Oreja de ley.

El del cierre, que tuvo movilidad, encontró en la enjundia de Juan Sebastián Hernández una propuesta para trascender. Sin embargo, todo quedó en sustos, cuando al aspirante colombiano le pudo la voluntad de triunfar sin detenerse en el necesario punto de sentido común.

(c) Agencia EFE