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La caída de Álvaro Uribe, el hombre que ha dominado la derecha colombiana los últimos veinte años

Uribe es una de las figuras más polémicas de Colombia. Belicista y polarizador, gobernó entre 2002 y 2010 y domina la derecha colombiana desde entonces. Pero los escándalos y la falta de un sucesor atractivo le han apartado del poder en las últimas elecciones.
La caída de Álvaro Uribe, el hombre que ha dominado la derecha colombiana los últimos veinte años
Fuente: elaboración propia

Unos meses antes de las elecciones presidenciales en Colombia de 2002, pocos conocían al candidato independiente Álvaro Uribe Vélez. Su figura, la de un hombre de provincia, con aspecto rural y poco nombre en la capital, Bogotá, hacía impensable que pudiera ganar la presidencia en un país tan centralizado. Sin embargo, ganó dos veces seguidas por mayoría absoluta, ese año y en 2006, y después logró aupar a la presidencia a sus dos delfines: Juan Manuel Santos e Iván Duque.

Veinte años después, la presencia de Uribe todavía domina la política colombiana. Llegó como un outsider que dinamitó el sistema tradicional de partidos en el país y ha monopolizado el poder político desde entonces. Se le odia y se le ama: para unos plantó cara a la guerrilla de las FARC en su momento más álgido; para otros, fue un presidente autoritario que cometió crímenes de lesa humanidad y tiene cercanías con el paramilitarismo. Su nombre ha vuelto a rondar las elecciones presidenciales de 2022, pero por primera vez desde 2002 ni él ni uno de sus sucesores ha pasado a la segunda vuelta. Uribe ha caído, arrastrado por los escándalos y el desgaste de su proyecto político.

“Mano firme, corazón grande”

Con la experiencia de haber sido alcalde de Medellín, gobernador del departamento de Antioquia y senador, la voz de Álvaro Uribe encandiló a una mayoría abrumadora de colombianos en 2002. El contexto nacional era propicio: la guerrilla de las FARC estaba en su punto más álgido tras el fracaso de los diálogos de paz de 1998, y los secuestros y acciones armadas eran la tónica habitual de un país hastiado por la guerra. El miedo, junto al hartazgo por la clase política tradicional, propiciaron el triunfo de un candidato independiente que prometía “mano firme” y “corazón grande”.

La lucha de Uribe contra la guerrilla no era una promesa electoral más: era algo personal. Su padre, un reconocido terrateniente de Antioquia, fue asesinado en 1983 en un supuesto tiroteo contra guerrilleros de las FARC. El objetivo principal de Uribe era terminar con sus verdugos y para ello se sirvió de su buena relación con el presidente George W. Bush para ganarse el apoyo de Estados Unidos. El gasto militar en Colombia se multiplicó durante la presidencia de Uribe hasta convertir al Ejército en uno de los más preparados del mundo. Cada operación elevaba su popularidad hasta techos históricos, llegando al 85% de aprobación en 2008.

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Pero detrás de lo que parecía una presidencia idílica había violencia. Se registraron los datos más elevados de víctimas en toda la historia del conflicto armado colombiano, víctimas que también eran civiles inocentes. La organización Indepaz estima que entre 2002 y 2008 hubo 6.402 asesinatos extrajudiciales de las Fuerzas Armadas a civiles para hacerlos pasar por guerrilleros. Estos llamados “falsos positivos” pasaron desapercibidos al principio para la mayoría de los colombianos, que mantuvieron su apoyo a Uribe.

El apoyo popular legitimó a un político que no pertenecía a la élite tradicional de Bogotá. Uribe encandiló a millones de colombianos con intervenciones en medios que duraban horas y mediante baños de masas incluso semanales en cada pueblo del país. Se mostró desde sus comienzos como un hombre popular y consiguió una reforma de la Constitución para eliminar la limitación de mandatos y ser reelegido en 2006, cuando ganó por más de cuarenta puntos al segundo candidato. Como cuatro años después la Justicia le impidió aspirar a un tercer mandato, designó como sucesor a su ministro de Defensa, Juan Manuel Santos.

De la “traición” de Santos a la resurrección con Duque

Sin embargo, su delfín político le dio la espalda. Santos, un hombre al que Uribe creía poder manejar, comenzó a dialogar con las FARC en 2012 para poner fin a medio siglo de conflicto. Esa línea roja supuso una ruptura entre ambos. Uribe fundó un nuevo partido, el Centro Democrático, que triunfó en las legislativas de 2014 y llevó a Uribe al Senado como principal opositor de su antiguo aliado. Cuando el Gobierno y las FARC llegaron a un acuerdo en 2016 que Santos quiso someter a referéndum, Uribe encabezó la campaña por el “no” que logró una inesperada victoria, obligó a las partes a hacer modificaciones y relanzó la figura del líder del Centro Democrático.  

Uribe, no obstante, había perdido apoyos. Ya eran más conocidas algunas atrocidades del Ejército durante su mandato, su asociación con el paramilitarismo o la persecución a rivales políticos. Junto a sus ansias de poder, todo ello aumentó el rechazo hacia un expresidente que terminó de polarizar al país con su discurso contrario al proyecto de acuerdo de Santos. 

Con todo, Uribe pronto volvió al poder con otro delfín. La identidad del nuevo elegido no se desvelaría hasta pocos meses antes de las elecciones de 2018. Un joven Ivan Duque, apenas conocido por su paso como senador, se presentó como el fresco abanderado del uribismo y consideraba los acuerdos de paz con las FARC como una traición. Además, el discurso del miedo contra su principal oponente, el izquierdista Gustavo Petro, caló en la mayoría de colombianos, que temían que Petro llevara al país a un deterioro institucional y una crisis como las de Venezuela con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. 

Uribe volvió a triunfar por medio de Duque, pero esa victoria pronto empezó a desvanecerse. Aunque Duque le fue más fiel que Santos, las críticas contra su Gobierno y el estallido social de 2019 y 2021 han supuesto un problema para el Centro Democrático. La crisis económica, la gestión de la pandemia, la violenta represión de las protestas o el no cumplimiento de los acuerdos de paz han minado al Gobierno de Duque y al uribismo. A ello se suman los escándalos del propio Uribe, quien fue condenado en 2020 a arresto domiciliario por compra de testigos en una investigación por sus nexos con el paramilitarismo. 

¿El final del poder de Uribe?

Todos estos hechos han debilitado al uribismo en Colombia. Aunque en conjunto la derecha conservó la mayoría en las legislativas de marzo de 2022, el mal resultado del Centro Democrático llevó a la formación y a Uribe a no presentar un candidato oficial para las presidenciales. En cambio, apostaron por candidato derechista independiente: Federico Gutiérrez, alias Fico. Igual Uribe, Fico nació en Medellín y no había hecho política fuera de su región antes de las elecciones, lo cual lo perfilaba como nuevo delfín político. Sin embargo, aunque Fico intentó desligarse de Uribe mientras se mantenía segundo en las encuestas, le han pasado factura la influencia del expresidente, el descontento con Duque y el auge de Petro, que ha vuelto a presentarse en estas elecciones. Gutiérrez quedó tercero en la primera vuelta de este 29 de mayo, detrás de Petro y de la sorpresa desde la derecha populista: el empresario y exalcalde Rodolfo Hernández, que además se define como antiuribista. Este último golpe ha dejado a Uribe sin candidato propio y le alejará del poder de la presidencia colombiana por primera vez en dos décadas.