El Sol parece brillar al mediodía, cuando está sobre nuestras cabezas. Su luz es deslumbrante y resulta imposible siquiera intentar dirigir la mirada hacia él. El tono durante las primeras horas de la tarde es de un amarillo intenso. No obstante, mientras cae la tarde y se acerca la noche, el color de la estrella que da luz y calor a la Tierra cambia súbitamente: cuando va cayendo por el horizonte, la tonalidad que despiden sus rayos toma un tono naranja y otras más un color rojizo que se puede apreciar a simple vista sin problema y da para las mejores fotografías de atardeceres, entonces…
¿De qué color es el Sol?
Ningún niño dudaría ni un segundo sobre qué lápiz de color utilizar para dibujar al Sol: sin lugar a dudas, el amarillo sería el elegido en todas las ocasiones por el gran público si se trata de ponerle color al astro rey; sin embargo, para obtener una respuesta científica precisa hace falta ir más allá de lo que nuestros ojos pueden ver.
«El Sol es esencialmente el de todos los colores mezclados, lo que aparece en nuestros ojos como blanco. Esto es fácil de ver en imágenes tomadas desde el espacio», afirma el Centro Solar de la Universidad de Stanford.
Para entender lo anterior, hace falta recurrir al espectro electromagnético. En palabras de Carl Sagan, una aproximación sencilla consiste en imaginar «el arcoiris de colores que se forma cuando un haz de luz blanca pasa a través de un prisma. Como estos colores pueden verse, se les llamó espectro de luz visible, pero hay mucha más luz que la del pequeño segmento del espectro que alcanzamos a ver».
Esto significa que existen un sinfín de colores que nuestros ojos no son capaces de ver. De todas las radiaciones electromagnéticas que existen en el Universo, tan sólo somos capaces de captar un pequeño espacio, el espectro visible. La explicación de la Universidad de Stanford es sencilla:
«Los arcoíris son luz del sol separada en diferentes colores. Cada color (rojo, naranja, amarillo, verde, azul, violeta) tiene una longitud de onda diferente. El rojo es el más largo, mientras el azul el más corto».
«Cuando vemos el Sol al atardecer mientras está bajo en el cielo, puede aparecer amarillo, naranja o rojo. Eso se debe a que sus colores de longitud de onda corta (verde, azul, violeta) están dispersos por la atmósfera de la Tierra, al igual que las pequeñas olas se dispersan por grandes rocas a lo largo de la costa. Por lo tanto, solo los rojos, amarillos y naranjas atraviesan la espesa atmósfera de nuestros ojos».
De otra forma, «cuando el Sol está alto en el cielo, las ondas más cortas, principalmente el azul, golpean las moléculas de aire en la atmósfera superior y rebotan y se dispersan. De ahí la razón de por qué el cielo se ve azul».
Por lo tanto, los atardeceres más espectaculares (aquellos que dejan una gama de rojos y violetas en las nubes) son más comunes durante el otoño e invierno, porque las partículas que forman el aire que atraviesan los rayos del sol para llegar a nuestros ojos suelen ser más secas y limpias en estas estaciones debido al descenso de la temperatura.