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‘La ciencia y tecnología de las antiguas civilizaciones estaban más avanzadas de lo que hasta ahora se pensaba’

Con el título ‘Cuando los dioses moraban las estrellas’, Juan José Seguí, profesor titular de Historia Antigua de la Universidad de Valencia, ha participado en el ciclo ‘Astronomía en la Ciudad de las Artes y las Ciencias’. La fascinación que despierta la arqueoastronomía y cómo las antiguas civilizaciones estudiaban el cosmos son algunos de los temas que abordamos en esta entrevista.

 

 

¿Qué es la arqueoastronomía?

Es el estudio de yacimientos arqueológicos y, en general, de todo tipo de construcciones, desde un punto de vista astronómico. También se ocupa de los conocimientos astronómicos y de los instrumentos que para ello tenían los diferentes pueblos antiguos, pues de este modo se está en condiciones de evaluar si estamos ante situaciones conscientes, es decir, construcciones que se calcularon deliberadamente, o se trata de casualidades. Es una rama reciente, que se inició a mediados del siglo XX y que aún está muy lejos de haber alcanzado una gran madurez. Pero los resultados que se han logrado en Mesoamérica, Egipto o el mundo celta, por citar los casos más señalados, apuntan a que estamos ante evidencias que nos muestran que en muchas culturas los conocimientos astronómicos y astrológicos eran determinantes.

¿Desde cuando se tiene constancia de que nuestros antepasados miraban al cielo y buscaban respuestas?

Los cazadores y los agricultores primitivos ya advirtieron que en el ciclo de la vida había una correspondencia entre los cielos y la tierra, aunque de todo ello hasta el momento no tenemos pruebas materiales concluyentes. Pero sí las hay en las grandes civilizaciones orientales, cuando mesopotámicos y egipcios nos muestran cómo pusieron todo su empeño en incardinarse con el mundo celeste. En Babilonia se advirtió que el tiempo meteorológico -las estaciones, las lluvias y las sequías-, tenían una coincidencia con fenómenos que cíclicamente se repetían en los cielos, como los movimientos del sol, de la luna, de los planetas. La transformación de esos planetas en dioses determinó que los templos, los edificios palaciegos, las torres de observación (los zigurats), se hicieran tomando muy en cuenta la orientación al sol o a las estrellas. En Egipto o en China ocurre lo mismo.

Sin la tecnología actual ¿cómo podían saber tanto sobre astronomía?

En Mesopotamia y Egipto las castas sacerdotales se ocupaban constantemente de la observación. En Egipto, por ejemplo, sus templos albergaban zonas de observación con personal encargado de registrar los acontecimientos astronómicos de generación en generación, los llamados servicios de los “vigías de la noche”. Si a ello se le añade que la matemática estaba muy desarrollada, se entiende que pudieran dominar a la perfección la astronomía.

De todas las civilizaciones ¿Cuál le sorprende más por sus conocimientos del cosmos?

Probablemente la griega, como heredera de los conocimientos orientales. Hombres como Hiparco o Ptolomeo no merecen caer en el olvido. Parece que por el hecho de fundamentar su astronomía en la teoría geocéntrica toda su aportación quedará invalidada. Recordar que Ptolomeo identificó más de mil estrellas.

¿Cuál es su historia mitológica preferida o la más curiosa?

La mitología está plagada de relatos maravillosos. No hemos de olvidar que griegos y romanos veían los mitos como relatos moralizantes que estudiaban en las escuelas. Con relación a los aspectos celestes, a mí me encanta el de Faetón, hijo de Apolo, empeñado en conducir el carro solar de su padre, que cayó fulminado por un rayo de Júpiter al ser incapaz de controlarlo. Es un buen recordatorio de que la experiencia es necesaria para todo.

En el canal Historia emiten una serie ‘Alienígenas’ que relacionan los  restos arqueológicos de nuestro planeta con las visitas de supuestos seres extraterrestres ¿cómo replicar a estas teorías?

Este tipo de explicaciones parten de la ignorancia. Tácito decía “omne ignotum pro magnifico”, es decir, que todo lo que se desconoce se toma por extraordinario. No hace falta recurrir a soluciones fantásticas para explicar hechos y restos antiguos. Quien no conoce la evolución de la humanidad tiende a pensar que es acumulativa, que cada etapa mejora a la anterior. Eso es falso. Así, cuando se encuentra con algo que no le casa, busca soluciones fantásticas. Un ejemplo con relación a nuestro tema. En las aguas de la isla griega de Antiquitera se encontró, en un pecio submarino del siglo II-I a.C., una maquinaria de precisión de enorme complejidad, compuesta de diversas ruedas dentadas, que permitía calcular equinoccios, solsticios, posiciones planetarias, etc. No hace falta recurrir a fantasías para explicar el pasado. Nos sobra soberbia y nos falta conocimiento.

¿Cómo es posible que civilizaciones separadas en el tiempo y en el espacio crearan estructuras tan perfectas como las pirámides con sus orientaciones astronómicas?

Como le he dicho, su ciencia y tecnología estaban más avanzadas de lo que hasta ahora se pensaba. Olvidamos que Heródoto y Pitágoras acudieron a Egipto a aprender. Nuestra matemática procede de allí. A mí no me sorprende nada que llegaran a ese grado de perfección. Tenían inteligencia, tiempo y voluntad.

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